Llueve de otoño. Amanece de otoño. Con nubes bajas y brumas escurriéndose por las faldas de las sierras. Huele a otoño. Cae mansa la lluvia que empapa la tierra. No es el algarazo violento, urdido entre truenos y preñado de rayos, del verano. Los sentidos, las bestias y las plantas agradecen los grises húmedos que los envuelven y los mojan. Los venados, apenas empapado el lomo, han entrado en repentino celo. Ha comenzado la berrea. Y los políticos la brama.
Bueno, la brama de los políticos nunca cesa, pero en el verano se les oye menos y dejan a unos declaradores de guardia para seguir dándose berridos los unos a los otros. Pero ahora van a `ponerse enfebrecidos. Esta va a ser la berrea del siglo.
Y en esta, las reses nos jugamos algo mas que cambio de sultanes. De aquí a diciembre, sin reposo, hasta entonces durara el combate y el entrechocar de cuernas, nos vamos a jugar el pasto y el territorio.
En Cataluña hay quien pretende apoderarse de lo de todos y estabular con valla. En Cataluña esta en riesgo la propia tierra. Insensatamente, fuera de la razón y de razones, contra el futuro y contra la historia, el bramido tribal, hirviendo de agravios inventados, atiborrado de dolorosas fabulas y enaltecidas mentiras resulta la más irracional, vesánica y peligrosa de las bramas. Porque tan solo se nutre, se expresa y se realiza en el odio al otro.A España, a lo español, a los españoles. Que son ellos mismos parte de todas las maneras y siglos. Y eso acaba siempre mal. De cualquier forma y resultado la berrea catalana tendrá un final amargo. No preludia primavera alguna. Un invierno oscuro cargado de un resentimiento sin sentido alguno, a fuer de ser sentimiento en carne viva y cerebro bien lavado.
En Cataluña en esta berrea se empieza a jugar España que se jugara del todo cuando comience a sonar la Navidad y habrá echado su suerte con el Año Nuevo. Que lo será sin duda, que no sera igual a lo que fue y conocimos como el paisaje político de nuestra democracia. Que esta por ver, que no vemos ni nos quieren contar, pues parece que temen que sepamos hasta con quienes van a ajuntarse, a donde pretenden conducirnos. Solo braman para que les sigamos. Pero lo que esta en juego no son sus victorias ni sus derrotas, lo que importa es, cuando acaben las soflamas, que pasa con el pasto y con el grano.