Este nuevo curso político, que en realidad tiene poco de nuevo, comienza con un acelerón en los problemas, inquietudes, planes y temores de un pueblo expectante y una clase política desconcertada y dubitativa como pocas veces, o ninguna, lo estuvo. Es verdad que las encuestas, la última la de la cadena SER, confirman esa tendencia a la recuperación del bipartidismo, pero le queda muchísimo camino que recorrer, en el caso de que la tendencia se impusiera del todo. Hasta el momento, sigue como muy probable el nacimiento en diciembre de un pacto gubernamental entre el PSOE y Podemos, por ser ambas las fuerzas sobre las que se atisba una probable mayoría, y más tras el dato de la importante caída de Ciudadanos, que iba a ser el apoyo del PP para gobernar. Ese pacto PSOE-Podemos no le gusta a ninguno de los dos, pero es muy probable que no tengan más remedio que dar ese paso en su día, a no ser que prefieran que siga gobernando la derecha, tesis que en principio no me parece razonable. El PP seguiría con la cansina monserga de que le quitan un poder que les corresponde si sigue siendo la fuerza más votada. Es evidente que quien de verdad gana no el que obtiene más votos, sino el cnjunto de fuerzas que sumen la mayoría. Es una evidencia absoluta.
Pero la tempestad más próxima es la del 27-S, que ya está ahí, activada por el artículo de Felipe González en «El País», un artículo muy razonable pero al tiempo muy obvio, que no merece las diatribas de los secesionistas y que es una llamada al necesario diálogo y a la reflexión profunda en un tema en el que todos tanto nos jugamos. Falta que el PP pida perdón a todos por su nefasta política en el tema catalán, que nos ha llevado a un crecimiento del independentismo que nunca se hubiera producido con esa furia si el PP no hubiese metido la pata de esa forma, especialmente con su postura ante el Estatut y su recurso al Tribunal Constitucional. Aunque sea verdad que muchos secesionistas no necesitaban empujones ni provocaciones. Personalmente, yo todavía no puedo creerme que hayamos llegado a esta situación y que la extrema corrupción contenida en las más recientes noticias no haya sido suficiente para retirar del escenario a los principales protagonistas del estallido independentista. Yo no me hubiera imaginado nunca que tales cosas fueran a suceder y menos en aquellos tiempos en que defendía con entusiasmo las reivindicaciones autonomistas y de alto autogobierno de Cataluña. Yo no he dado ningún paso atrás. Solo que no era esto, no era esto.