Esther Esteban

Aznar no es, ni mucho menos, el guardián de las esencias del Partido Popular

Aznar no es, ni mucho menos, el guardián de las esencias del Partido Popular
Esther Esteban.

La columna de Esther Esteban este 8 de octubre de 2015 se titula » Tocapelotas… Aznar» y es un palo en toda regla al expresidente del Gobierno:

Por tradición los expresidentes del gobierno en nuestro país no es que se conviertan en «jarrones chinos» para sus propios partidos, que lo son, es que nunca saben que hacer con ellos. Mas bien, al final son unos «tocapelotas» que cada vez que hablan ponen a su formación en aprietos.

Se van, pero se quedan y nunca hemos sabido dotarles del reconocimiento necesario y acorde para quien ha sido ¡nada más y nada menos¡ que el líder de nuestra nación. Tal vez de darles una ocupación, una función más o menos institucional, -y no sólo el derecho a tener una pensión de por vida, secretaria y otras prebendas- la cosa sería diferente.

Si se sintieran útiles, si tal como hacen otros países se convirtieran en embajadores de España en el mundo, es posible que no se dedicaran tanto incordiar.

El último caso de tocapelotas lo ha protagonizado José María Aznar, que tiene la fea costumbre de poner a parir a su partido y echarle un pulso a Rajoy cada dos por tres. Es verdad que últimamente la dirección del PP le menosprecia, dado la misma importancia a sus opiniones que a cualquier otra militantes de base.

El asunto es que él, no es uno mas ni tampoco quiere serlo y por eso lo que dice escuece tanto. Se ha especulado mucho con que el expresidente representa el ala más a la derecha del PP, justo ese sector que no se siente identificado con un Rajoy mas moderado obsesionado más con la economía que con la defensa de las ideas.

El asunto desde luego no es que Aznar de su opinión ¡faltaría más! es que necesita público y focos. No participa en las reuniones del partido, no habla en privado con su sucesor -con quien apenas tiene relación- y en resumen se niega a lavar los trapos sucios en casa.

El dedo en la llaga lo ha metido ahora en relación a Ciudadanos, que efectivamente le puede comer la merienda al PP donde más le duele: en el centro. «La clara victoria de ciudadanos sobre el PP le da la primacía en el centro derecha y puede tener su importancia en las elecciones generales. Me parece que eso se debe analizar y preguntarnos por qué el electorado de centro derecha ha preferido votar a Ciudadnos que PP y si los votantes piensan que el orden constitucional puede estar mejor defendido por Albert Rivera», ha dicho para incomodidad de muchos en la calle Génova.

Quedan dos meses para las elecciones y no hay nada peor para la imagen de un partido, y más si se trata del PP, que se evidencie una división interna, nada menos que al máximo nivel.

Dicen que Aznar esta absolutamente obsesionado con que nadie pueda reprocharle haber permanecido impasible ante el deterioro del PP y que además trata de evitar a toda costa que le salpique el caso Rato. un tema cada día más feo y apestoso.

El expresidente del gobierno puede tener razón en sus argumentos y es verdad que Ciudadanos está pescando en el caladero de votos de los populares, pero las formas le fallan siempre.

El no es, ni mucho menos, el guardián de las esencias del Partido Popular, es el presidente de honor, un cargo testimonial por los servicios prestados, y que en su día señalara a Rajoy como sucesor no le da derecho, en absoluto, a saltarse las normas internas que el cuando diría el partido obligaba a cumplir con mano de hierro.

Aznar no sólo acusa Rajoy, está acusando a todo su partido de no estar a la altura de las circunstancias que requiere España en este momento, y lo hace con un tono de superioridad insufrible en muchas ocasiones.

Su razón la pierde cuando no se carga de razones orgánicamente hablando, siendo consciente, como es, que él no es ni será nunca un verso suelto cualquiera. Dar munición a sus adversarios políticos a tiro de piedra de unas elecciones es una deslealtad que él jamás hubiera tolerado cuando era presidente del gobierno y nadie le podía hacer un ruidito. La imagen de una derecha cainita es lo último que le conviene al PP y Aznar lo sabe.

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