Titula este 12 de octubre de 2015 Lúcía Méndez su columna en ‘El Mundo’ como «Pablo Iglesias, el hombre melancólico».
Y como no podía ser de otra manera, va la periodista por el lado de las encuestas, en las que Podemos baja, baja y baja a medida que se aproximan las elecciones generales del 20D:
Este mes de octubre se cumple un año del estremecimiento colectivo que produjo el descubrimiento de las tarjetas ‘black’ y la detención de Francisco Granados, poderoso hombre del PP madrileño. Aquel octubre negro para el bipartidismo propulsó hasta las puertas del cielo a Pablo Iglesias. Podemos era el primer partido de España en intención de voto directa en los sondeos y el segundo después de pasar por la cocina. Iglesias no se limitó a llamar a las puertas del cielo. Quiso tomarlo por asalto. Aquel hombre era entonces un líder electrizante. Ponía los pelos de punta a sus seguidores, a Moody’s, a la memoria de la Transición, al Ibex 35, a Felipe González, a La Moncloa y a las audiencias de televisión. Su ‘share’ excitaba a los programadores, daba taquicardia a los políticos convencionales y elevaba los ingresos por publicidad de las cadenas de televisión.
Añade:
En este año, Pablo Iglesias ha creado de la nada un partido que ya está en las instituciones […] Pero ya no es el macho Alfa que producía electricidad a su paso. Y eso le ha llevado a caer en la melancolía.
Y concluye:
Las últimas entrevistas que ha concedido le retratan como un espíritu aquejado por la desazón. Un cruce entre Margarita Gautier y el joven Wherter, personajes de novela romántica que sufrían castigados por el desasosiego vital y social. Este Pablo llama «hostión» en ‘Jot Down’ a su brillante carrera política y sueña como Wherter con retirarse a sus estudios de ‘La Tuerka’ y ‘Fort Apache’.