Ignacio Camacho

El PP tiene moral de derrota y a sus dirigentes les sale por los poros una mezcla de pesimismo, ansiedad, desconcierto y cabreo

El PP tiene moral de derrota y a sus dirigentes les sale por los poros una mezcla de pesimismo, ansiedad, desconcierto y cabreo
Ignacio Camacho. PD

Titula Ignacio su columna en ‘ABC‘ este 15 de octubre de 2015 «Autoconspiración».

Camacho arranca repartiendo entre los populares palos con guante de seda:

En barrena, han entrado en barrena. El PP tiene moral de derrota y a sus dirigentes les sale por los poros una mezcla de pesimismo, ansiedad, desconcierto y cabreo. Exudan desconfianza y transmiten nervosismo a una militancia que ve venir las generales con cara de pánico. Para ganar elecciones se necesita una organización coriácea, una maquinaria de combate, y el Popular es ahora mismo un partido en transparente estado de caos, agarrotado por la incertidumbre y envuelto en la sensación de que no hay nadie al mando. Una tropa sin cohesión y sin fe en su liderazgo. Un descalzaperros que huele a desorden y a fracaso.

Apunta que:

En medio de ese desbarajuste nadie pierde ocasión de tratar de salvarse por su cuenta. Ayer era miércoles catorce pero para los populares era aún martes y trece. Ni coordinados para un sabotaje se hubieran maltratado tanto a sí mismos. No eran las once de la mañana y tenían la casa ardiendo por varios costados. En los periódicos, la insensata verborrea de Montoro y el despecho de Cayetana Álvarez de Toledo habían servido un desayuno continental de fuego amigo, y en el País Vasco Arantza Quiroga agravaba la crisis abierta por su propia incompetencia abandonando una jefatura que en sus manos ya parecía vacante. Todo de golpe y bien temprano, para llegar sin agobios a los telediarios. No se fuese a quedar alguien sin enterarse de que en el partido de la mayoría hay un incendio en cuyas llamas los bomberos se inmolan en vez de apagarlo.

Detalla que:

Quizá lo más grave fue el desparrame de Montoro, una auténtica ametralladora de inoportunidades y despropósitos. Cayetana ya sabía que la iban a echar y ha preferido adelantarse cinco minutos. En la estructura vasca sólo falta que el último apague la luz; los pocos que quedan no saben administrar el posterrorismo y la torpeza de Quiroga no es más que el testimonio de un vacío general de ideas y de proyecto. Los votantes de derecha se han ido allí hace rato hacia el PNV y los que conserven escrúpulos antinacionalistas se refugiarán en Ciudadanos.

Y remata de esta manera:

Pero al ministro de Hacienda se le suponía una cierta cordura, una contención responsable dentro de la antipatía que de por sí genera el cargo. Por lo visto no le basta con haber cabreado a las clases medias, a las altas, a los autónomos, a los funcionarios, a los profesionales y a cualquiera que aún se sienta ideológica o sentimentalmente cerca del Gobierno. Atacado de una suerte de incomprensión, necesitaba afirmar su autoestima enfureciendo también a sus propios compañeros. Como solía decir Jesús Posada, allá por Huesca debe de quedar algún simpatizante al que no hayan molestado o decepcionado; todavía están a tiempo de ir a tocarle las narices. Con los militantes ya no hace falta: están en shock, sumidos en la perplejidad, espantados. Preguntándose, ante semejante espectáculo de cainismo autoconspirativo, para qué demonios necesitarán adversarios.

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