Santiago González

El estercolero ha dejado de ser acogedor, porque hasta la basura catalana se ha convertido en porquería

El estercolero ha dejado de ser acogedor, porque hasta la basura catalana se ha convertido en porquería
Santiago González. PD

Santiago González rebautiza a la llamada lista de Juntos por el Sí, la de Mas, Junqueras y Romeva como Juntos y Revueltos. Faltaría añadir que enfangados y enlodados por el famoso 3%:

Quico Homs se expresa con lenguaje adolescente: Convergència y ERC piensan comparecer el 20-D con una fórmula nueva, guay. «Seremos súpercreativos», dijo. Se van a poner súpercreativos y megaoriginales, pero no se han molestado en pactarlo con sus presuntos socios. De hecho, ni siquiera se lo habían comunicado, porque Junqueras niega conocer esa «fórmula súperimaginativa». Sólo comparando a esta pareja o al trío que forman con Mas puede entenderse que a Junqueras le llamen «el profesor».

Hay más. Juntos y Revueltos va a romper la lógica geográfica de los parlamentos desde la Revolución francesa. Izquierda y derecha fueron así llamadas por su distribución en la Convención. El Parlament va a ser otra cosa. Los 62 diputados de Juntos por el Sí van a ocupar todo lo ancho del Hemiciclo, de izquierda a derecha, en las tres filas siguientes al banco del Gobierno. La oposición tendrá que sentarse a partir de la quinta fila, lejos de Dios, lejos de donde pasan las cosas. Un ejemplo: el jefe de la oposición en el Congreso en la legislatura que agoniza, el joven Sánchez, tendría que sentarse tres filas más atrás, en el escaño de Cayo Lara. No sólo son transversales; también totalitarios.

Rememora que:

Mañana se cumplen 10 años y ocho meses de aquel 24 de febrero de 2005 en que el presidente Maragall espetó a Mas: «Vostès tenen un problema, i aquest problema es diu tres per cent». Mas intervino cabreado como un mono. «Vostè ha perdut completamente els papers (…) Vostè, senyor president, acaba d’engegar la legislatura a fer punyetes». Ninguna de estas dos afirmaciones describía la situación, ni expresaba una posición moral, como casi nada en Mas. Era sólo un tanteo, un ensayo del pacto de no agresión en el sillón del dentista. Diez años largos después, quien había perdido los papeles al meterlos en la trituradora era Andreu Viloca. No contaba con la capacidad de reconstrucción de los especialistas de la Guardia Civil. La segunda aseveración no era cierta. Maragall se la envainó y aquí pau i després glòria.

Lo que es supercreativo en CDC son las mañas. Mas, Homs y los suyos no son gentes inteligentes ni brillantes, según patrones convencionales, pero disfrazan su mediocridad con crueldad e instinto. Ahora hemos llegado al meollo del asunto, al 3%, el epicentro del muladar. Como habría dicho Lee Marvin en El emperador del Norte, el estercolero ha dejado de ser acogedor, porque «hasta la basura de este país se ha convertido en una porquería».

Y termina asegurando que:

Aquel 24 de febrero, el presidente había hecho un disparo al aire, quizá sin pruebas. Ahora, más claro todo ante el último truco de esta tropa, comparecer ante la Diputación Permanente en el último día hábil -a cencerros tapados, podíamos decir si me aceptan la metáfora semoviente-, todos los portavoces de la oposición deberían acordar una intervención común, como sus editoriales: «Senyor president, senyors de Convergència: vostès tenen un problema i aquest problema es diu tres per cent. Més que mai».

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