Ignacio Camacho

«Rajoy practica por necesidad el asesinato político, pero lo hace con silenciador y mucho, mucho retraso»

"Rajoy practica por necesidad el asesinato político, pero lo hace con silenciador y mucho, mucho retraso"
Ignacio Camacho. PD

Ignacio Camacho explica como nadie la forma que tiene de cobrarse venganza Mariano Rajoy con quienes le han puesto palos en las ruedas en los últimos cuatro años. Las listas electorales son esa forma moderna de decir que ‘viene Paco con la rebaja’ o, en este caso, Mariano:

Como todo hombre de poder, Rajoy practica por necesidad el asesinato político, pero lo hace con silenciador y mucho, mucho retraso. Sus ajustes de cuentas son tan implacables como tardíos. El estilo marianista enfría los problemas, los duerme con desesperante languidez y si no se resuelven solos, exangües por aburrimiento o cansancio, acaba liquidándolos cuando ya casi nadie se acuerda de ellos.

Aunque sus exégetas sostienen que ha hecho de la procrastinación un arte, en realidad se trata de una indolente trampa de olvido. El presidente caza al aguardo, en la convicción de que tarde o temprano sus adversarios -sobre todo los internos, que siempre resultan los más enconados- abandonan la precaución y terminan por cruzarse en su línea de tiro. Más que de una venganza fría se trata de un extraño sentido de la oportunidad: agalbanado, negligente y eficazmente memorioso.

Precisa que:

Todas las facturas pendientes de esta convulsa legislatura las ha pasado al cobro en el momento de confeccionar las listas electorales, demoradas, cómo no, hasta casi el último minuto. Con una mano puesta en el cuadro de mandos del Estado para activar los resortes de defensa ante el golpe soberanista catalán, ha acercado la otra al cajón de los agravios diferidos y ha barrido a plumazos cualquier atisbo de disidencia. Candidaturas de fieles, prietas las filas, elaboradas con criterio de premio y castigo. Los leales dentro, los desafectos fuera. La clásica demostración de autoridad displicente propia de un liderazgo tan apático como coriáceo. Que se encargue alguien de confianza (Cospedal), pero sin ensañarse.

Así ha laminado sobre todo a los tardoaznaristas y a Esperanza Aguirre, cuyos partidarios han sido meticulosamente relegados en una candidatura madrileña incrustada de ministros expelidos de otras provincias y fontaneros del aparato de La Moncloa. Sabedor de que va a perder medio centenar de escaños, Rajoy ha ordenado poblar las papeletas de indubitados feligreses: si toca volver a gobernar, para disponer de un grupo parlamentario cohesionado, y si sale cruz al menos para dejar situada a la gente adepta. La lógica de un veterano del poder que conoce los estrictos códigos familiares de la partitocracia, donde puede existir colaboración sin recompensa, pero jamás deslealtad sin escarmiento.

Finaliza que:

Todo eso ha sucedido en medio del ruido de la crisis de secesión, entre sesiones extraordinarias de Gabinete, reuniones con la oposición y despachos con el Rey. Bajo el clima tormentoso de una emergencia nacional que opaca el sonido y difumina el humo de los disparos ejecutivos. A la manera marianista: aplazada, oblicua, cachazuda, con el aire rutinario de un expediente rezagado. A este hombre nunca conviene darle por descontado un olvido ni por amortizada una afrenta. Su característica más desconcertante consiste en que en un mundo digital sigue usando relojes de arena.

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Autor

Juan Velarde

Delegado de la filial de Periodista Digital en el Archipiélago, Canarias8. Actualmente es redactor en Madrid en Periodista Digital.

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