Gabriel Albiac

«Yo hubiera deseado que estos mangantes catalanes acabaran en la cárcel por ladrones»

"Yo hubiera deseado que estos mangantes catalanes acabaran en la cárcel por ladrones"
Gabriel Albiac. PD

Gabriel Albiac intuye que los Artur Mas, los Pujol y compañía acabarán en la cárcel, pero no por «ladrones», sino por sediciosos, lo que encima les conferirá una épica mayor que justifique su alocada causa:

Yo hubiera deseado que estos mangantes acabaran en la cárcel por ladrones. Con suerte acabarán allí. Por sediciosos. Y hasta podrán permitirse el consuelo de la épica. Aunque sea el de una épica mugrienta y pueblerina. Pues que vayan. Al menos, que suceda eso. Incluso si ni aun eso se merecen.

Para dar un golpe de Estado se requieren ciertas virtudes. La primera, estar dispuesto a morir en el intento. A morir. Sin metáfora. Con un viejo militar, cargado de convicciones castrenses aun después de la más dura derrota, hablaba yo, hace de esto dos o tres glaciaciones, de su papel en un golpe de jóvenes oficiales republicanos allá por el diciembre de 1930. «Acabasteis fatal: dos fusilados y a los demás perpetua». «Es lo suyo. Si das un golpe, o ganas o te fusilan». Digno. Hoy, los golpes se dan para que salgan gratis: si ganas, padre de la patria; si pierdes, a casa con tu señora y calentito; y con todo lo robado. No da ira siquiera. Sólo asco.

Señala que:

Arturo Mas ha jugado al golpe de Estado. No diré que gratis. Arturo Mas tenía que salvar millones, demasiados millones: los arramblados por Pujol y sus conserjes a lo largo de un despotismo blando que ha durado ya casi medio siglo. Calculen ustedes la cifra a la cual se eleva el 3% de la obra pública en Cataluña en medio siglo. Ese es el eje. Alrededor, la enredadera de sobornos, chantajes, evasiones fiscales, dineros más que negros, que configuran la súbita riqueza de estas gentes. Nadie, hasta hace cuatro días, les ha pedido cuentas, y eso es lo más horrible. Ni siquiera han camuflado su esplendor. Lo han exhibido. Así, la exposición ante la comisión parlamentaria de la belleza de su colección de coches, por parte del primogénito de los Pujol es el acto escénico más obsceno que hayamos visto ejercerse en la España reciente.

Debería exhibirse permanentemente en los colegios, para que los niños sepan qué significa no tener vergüenza: el pasaje en el cual narra el sacrificio de comprarse, bien contra su gusto, un Ferrari Testarossa para hacerle un favor a cierto desdichado amigo, es casi, casi tan magnánimo como aquel en el cual el Aristóteles de la Ética a Nicómaco da cuenta de la amistad como lo único de verdad grande en la vida de un hombre.

Concluye que:

Estos golpistas de ahora, hace mucho que debieran estar en la cárcel. Más aún que ladrones, son gente despreciable. Ahora, cuando el riesgo de que la ley pueda rozarlos les da un miedo que avergüenza a quien los mire, han puesto en marcha el último refugio antes de acabar sin honor en presidio: inventar una nación, un Estado, unas leyes. En la cual nación, al mando de cuyo Estado y frente a cuyas leyes no tengan que rendir ninguna cuenta. Si robaron, si delinquieron todo cuanto se les haya antojado, fue contra una nación y un Estado enemigos: la odiada y explotadora España. Robar a un opresor «que nos está ahogando financieramente y acribillando a impuestos» es acto patriótico, en lúcido hallazgo de otro de los de la banda.

Porque esto ha sido una banda. Y todos somos, en distintas medidas, responsables de que a ese gang se le haya permitido gobernar en beneficio propio Cataluña, sin aplicar la ley hasta ahora, demasiado tarde. Irán a la cárcel, sí. Eso espero. Pero no por haber sido los ladrones que fueron. Hasta la cárcel la disfrazarán de épica. Aristóteles: «Con las mismas letras se escribe una tragedia o una comedia».

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Autor

Juan Velarde

Delegado de la filial de Periodista Digital en el Archipiélago, Canarias8. Actualmente es redactor en Madrid en Periodista Digital.

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