Esther Esteban

Puedo prometer y prometo

Puedo prometer y prometo
Esther Esteban. PD

«Fueron años muy duros y difíciles. Todos los problemas que aquejaban a los españoles estaban palpitantes sobre la mesa de mi despacho. Y había que encontrar para todos urgente y adecuada solución. Estas soluciones tenían que venir dadas por los mismos que, en ocasiones, tan agriamente las requerían.

Las soluciones no podían venir caídas del cielo o las buscamos entre todos o no era posible encontrarlas. Por eso había que verter en el país toneladas de comprensión, de tolerancia, el entendimiento común, de solidaridad. Había que hacer entender a los españoles que la sustancia de la democracia consiste en discrepar de un adversario al que se comprende.

Y esa comprensión era el primer mandamiento nacional que teníamos que implantar en los corazones y en la voluntad de los españoles. El enfrentamiento de que tantos ejemplos ha dado nuestra historia moderna siempre ha conducido a empeorar los problemas, a aumentar la carga que pesa sobre el pueblo español de sangre, lágrimas y angustias. Había que romper de una vez por todas con la dialéctica de los enfrentamientos civiles».

Este, es un fragmento de una carta que Adolfo Suárez le escribió a Fernando Onega en febrero de 1995 y mi querido colega me dejó leer, hace unos meses, cuando presentó su libro «Puedo Prometer y Prometo». En ella el presidente del gobierno hace un resumen de lo que fueron sus días en Moncloa y su obsesión, como dice literalmente para lograr «una España normal, más libre, más justa en la que todos los españoles pudieran sentirse Ciudadanos y no se excluyera a nadie de la convivencia democrática nacional».

El otro día buscando paralelismos entre la grave situación a la que esta llevando a Cataluña y España la sinrazón de Artur Mas y los problemas que tuvieron que resolverse en la transición releí la carta y todos sus párrafos, todos, podrían encajar en este momento histórico. Aquí la única ventaja frente al desafío es que se ha demostrado fielmente que nuestras instituciones son sólidas y estamos blindados frente a los aventureros del último minuto y eso se lo debemos a políticos de altura como los que protagonizaron la Transición, sobre la que ahora algunos quieren proyectar sombras de sospecha.

Lo que nunca ni en los peores momentos perdieron los políticos de entonces fue la dignidad. Ninguno tuvo que abjurar de sus principios y ceder no significó claudicar. Ninguno claudicó pero todos comprendieron que había llegado el momento del cambio y la regeneración y trabajaron hombro con hombro desde las profundas discrepancias ideológicas.

Adolfo Suárez en su famoso «puedo prometer y prometo» se comprometió a trabajar con honestidad y con limpieza, «puedo prometer y prometo que el logro de una España para todos no se pondrá en peligro por la ambición de algunos y los privilegios de unos cuantos. Y que las acciones extremistas no harán perder los nervios al gobierno», palabras llenas de contenido político que deberían haber servido para las siguientes generaciones.

Adolfo Suárez murió sin recordar que había sido el hombre de Estado que desmontó el andamiaje del franquismo, olvidó que había uno de los artífices de la construcción de la democracia pero nosotros debemos conservar bien viva la memoria de lo que fueron esos tiempos e impedir que los aventureros del último minuto se carguen el invento. La imagen de Artur Más mendicante en el Parlament -ofreciendo a la CUP el oro y el moro sabedor de que tienen la sartén por el mango- simplemente para permanecer en el poder, en el machito, se quedara en la retina de la historia de estos días como el vivo ejemplo de la indignidad.

Hemos visto al presidente de la Generalitat abdicar de sus principios, entregarse a sus adversarios y transitar por la senda de la ilegalidad para ganar tiempo mientras los suyos se sienten abandonados a su suerte y apenas disimulan su pánico ante una situación que se les ha ido de las manos.

«Mas nos ha llevado al borde del precipicio y ahora quiere que nos despeñemos con él. Hay que parar esta locura», me dijo gráficamente hace unos días un persona que colaboró con él muchos años. Pues eso, que así sea.

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