Alfonso Rojo

El Undécimo Mandamiento

El Undécimo Mandamiento
Alfonso Rojo. PD

No es una guerra de religión. Y a diferencia de antes, los verdugos no buscan a sus víctimas en la iglesias, porque están semivacías, sino en las discotecas, los restaurantes y los campos de fútbol.

Pero aunque hagamos malabarismos dialécticos, por mucho que nuestros políticos eviten la palabra ‘Islam’, la descarnada realidad es que los que matan lo hacen en nombre de Alá, tras inyectarse odio en la mezquita y convencidos de que irán de cabeza al paraíso de Mahoma.

Para tranquilizarnos, nos gustaría racionalizar, encontrar una explicación lógica a su barbarie, pero no la hay. Las matanzas de París, como antes las de Madrid, Londres, Moscú, Bali o Nueva York no son una respuesta a algo concreto.

Lo deja patente la tragedia de Francia. El blanco de los terroristas no eran periodistas iconoclastas como los de Charlie Hebdo, ni siquiera judíos, policías o militares.

Eran chavales aficionados a la música, hinchas deportivos, turistas… Los matarifes querían demostrar que actúan donde les viene en gana y contra cualquiera. Su único objetivo era atemorizar y lo han logrado; una vez más.

El pasado 11 de enero, cuatro días después de que fuera atacada la redacción de ‘Charlie Hebdo’ y 12 periodistas murieran acribillados, salieron a la calle en manifestación 4 millones de personas, encabezadas por 40 líderes mundiales, gritando al unísono ‘Je suis Charlie’.

Pues la revista, que según su director reflejaba a «todos los componentes de la izquierda plural incluidos los abstencionistas’, ya no se publica y probablemente no se edite jamás.

¿Ha habido protestas? ¿Se han movilizado los progres que ahora agitan como autómatas el ‘No a la Guerra’? Nada; ni aquí ni fuera.

El ISIS no controlaría un territorio tan grande como Andalucía y donde malviven seis millones de personas si no tuviera un apoyo social notable.

Y la lapidación de la adúltera, el ahorcamiento del homosexual, la mutilación, el velo y otros horrores no serían posibles en amplias zonas del mundo si no contarán con un respaldo generalizado.

El intento de vendernos el ‘islamismo moderado’ como lo mayoritario frente al extremismo yihadista es confundir deseos con realidades.

¿Alguien se puede creer que los ocho facinerosos de París se coordinaron, compraron los kalashnikov, alquilaron los coches, urdieron su plan y actuaron sin que los que estaban a su alrededor percibieran lo que se avecinaba?

Los musulmanes de Europa, los que viven entre nosotros, usan la Seguridad Social y estudian en nuestras escuelas, tendrían que decidirse a denunciar de verdad a los perversos, pero apenas se les oye y nunca se les nota.

Ahora el mantra consiste en repetir hasta la náusea que la democracia será implacable con los asesinos. Pues si hay mandamientos, ese debería ser el úndecimo.

ALFONSO ROJO

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