Abel Hernández

«Los miserables que huyen de Siria e Irak se convierten en sospechosos»

"Los miserables que huyen de Siria e Irak se convierten en sospechosos"
Abel Hernández Irene Perezagua

Abel Hernández reflexiona sobre cuánta parte de libertad estamos dispuestos a sacrificar en pro de la seguridad:

La cuestión es cuánta porción de libertad estamos dispuestos a sacrificar para estar más seguros. Los atentados de París están provocando en Europa, empezando por Francia, la convicción en los poderes públicos de que es preferible restringir el libre movimiento de la gente e incrementar los controles y las incomodidades, con leyes de excepción, para hacer frente a la amenaza del terrorismo yihadista, que anida como serpiente enroscada en los barrios populares de las ciudades, donde es casi indescifrable.

Con el enemigo en casa, que está dispuesto a morir matando, se movilizan las armas de guerra que bombardean en lejanos campos de batalla al invisible nido de víboras. Europa está oficialmente en guerra y las fábricas de armas hacen su otoño en la bolsa estos días. Se cierran fronteras, se suspenden partidos de fútbol y aumenta la vigilancia. Cualquiera es sospechoso y más si lleva una mochila al hombro. Crece peligrosamente la islamofobia mientras los pacifistas a la violeta preparan sus pancartas.

Asegura que:

La Alianza de Civilizaciones ha volado por los aires, lo mismo que la primavera árabe. La muchedumbre de miserables que huyen de los focos del conflicto en Siria e Irak se convierten en sospechosos, y la vieja Europa se resiste ahora a ofrecerles hospitalidad. Con el invierno encima, ellos quedan entre dos fuegos y entre alambradas. En cierto sentido, el fanatismo ha hecho su trabajo y se ha salido momentáneamente con la suya. Los asesinos iluminados de los kalashnikov y los cinturones de explosivos han conseguido desfigurar el rostro y el corazón de Europa. La vieja Europa, llena de cicatrices, ha reaccionado cantando la Marsellesa.

Remata que:

El miedo colectivo ha llevado a la solidaridad. No todo está perdido. No parece, sin embargo, fuera de lugar, en las presentes circunstancias, recordar la advertencia de Karl Popper: «Debemos procurar la libertad y no sólo la seguridad, aunque no sea sino porque sólo la libertad puede hacer segura a la seguridad». Algunos necios, de baja catadura moral, lo fían todo a la venganza ciega, esa especie de justicia salvaje, de que habla Francis Bacon.

Pero tampoco es hora de quedarse con los brazos cruzados, medio anonadados, sino de hacer frente a la barbarie entre todos. La libertad de los europeos depende hoy de su seguridad. Es una prueba dura, un difícil equilibrio, uno de esos momentos históricos que abren para bien o para mal un horizonte nuevo.

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Autor

Juan Velarde

Delegado de la filial de Periodista Digital en el Archipiélago, Canarias8. Actualmente es redactor en Madrid en Periodista Digital.

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