Se sabe ya en primero de Comunicación que es mucho ms importante que se hable bien de una marca en unas pocas líneas dentro de un artículo que una página entera de publicidad pagada de esa misma marca. Por eso nació la publicidad encubierta (que no la subliminal, que es otra historia) primero en las películas y más tarde, masivamente, en las series de televisión. Por otra parte ya es de sobra conocido que en la campaña en la que Kennedy le ganó a Nixon, lo hizo manejando por primera vez esa poderosa máquina que es la televisión. Y para terminar esta larga introducción teórica, se sabe también que la irresistible ascensión de Podemos en la sociedad se produjo gracias a la más que buena utilización de las nuevas tecnologías.
Pues bien, este es el año de gracia en el que los políticos españoles han caído del guindo y se han dado cuenta de que aparecer en los informativos de televisión tiene tanta repercusión como la publicidad pagada y que besar a los niños en los mercados resulta ya absolutamente cómico y contraproducente -sobre todo si el niño besado se pone a llorar-. Ya no, ya tenemos a los políticos en sitios hasta ahora insospechados y haciendo cosas no menos insospechadas. No voy a citar cada caso pero hay bofetadas para ir a «El hormiguero», por ejemplo, con el «hombre de negro» y todo, o para comer en la casa de Bertín entre otros muchos programas. Cierto que la sorpresa la dio el candidato del PSOE entrando en directo en «Sálvame» por lo que fue criticado incluso desde su propio partido. Pues ese fue el pistoletazo de salida porque desde entonces el desfile de políticos en platós hasta ahora inverosímiles y vetados por los clásicos asesores se ha convertido en el pan nuestro de cada día. Hemos visto de todo y lo que nos queda por ver; y conste que en absoluto lo estoy criticando, ni mucho menos; sólo pidiendo un poco de mesura porque la avalancha de políticos en programas no informativos corre el peligro de que aquí también llegue el «y yo más» y terminemos viendo a un candidato/a en la isla esa de los sobrevivientes o en la casa de Gran Hermano. Y tampoco es eso. Menos mal que las elecciones son antes de las campanadas que ya veo a Rajoy con capa española y a la vicepresidenta engalanada dando las doce uvas en TVE desde la Puerta del Sol. Pero este descubrimiento de los políticos viene también a poner de relieve la absoluta carencia de programas que podríamos calificar de «intermedios». En las actuales «parrillas» de las televisiones no existe realmente un solo programa en el que se pueda entrevistar con cierto relajo a un intelectual, a un político, a nadie que tenga algo que decir y no algo que vender. Tal vez los magazines de las mañanas, pero son un revoltijo de tantas cosas que al final no sabes quién es que quién y qué pintas tú allí. Da igual. Prefiero una campaña viendo bailar a la vicepresidenta que a su jefe preguntando en un mercado a cuanto están los boquerones (es un decir). Pero es graciosa esta prisa que les ha entrado a todos por dejarse ver «fuera de contexto»