Santiago López Castillo

Con malos humos

Con malos humos
Santiago López Castillo. PD

El cambio climático siempre viene precedido de relámpagos y truenos -la cosa dura unas dos semanas- hasta que escampa y los mandatarios, esta vez en número de 150, se fuman un puro. Echan cuentas y se disponen a tapar las chimeneas cuando, luego de la foto, comprueban que lo de reducir el CO2 vale una pasta. Los países pobres están por la labor porque no les carbura el progreso pero no los ricachones que viven de los intereses creados. Sus parlamentos, largos como un día sin pan, me recuerdan a Cantinflas ante las Naciones Unidas, manito.

El ocaso del mundo que se anuncia, Tierra la vista, es un buen negocio para favoritos y detractores. Algún aspirante a la Casa Blanca se hizo de oro con conferencias apocalípticas. Otros, como los ecologistas y ecologetas no les han ido a la zaga y han vivido de la subvención de las empresas emergentes con producción «limpia», blanca, inmaculada.

-¿Y usted, en qué bando está?
– En ninguno y con todos, especialmente con los naturalistas pero que no hagan política de algo tan hermoso como la Naturaleza.

El hombre de bien pide a los dioses que no le cierren jamás esa ventana abierta, como un corazón recién estrenado (el otro día me falló una válvula y hube de repararla). Hoy, gracias a Dios, gozo del aire puro de la Sierra de Madrid y me festejan las bandadas de pajarillos y águilas imperiales, a sus pies. Obvio es decir que no fumo y mi vehículo pasa la ITV sin romperla ni mancharla. En este sentido, tan simple y primitivo, me llega la noticia de que en Centroamérica la cosecha de los fríjoles es excelente aun sin llover. Qué tíos. Les gustan más las judías que a un tonto un lápiz. A servidor, por otro lado, le apasiona la lluvia y el cielo nublado porque la melancolía envuelve y mece sentimientos. Tan es así que en mi faceta de pintor no mancho un lienzo si el ambiente no es grisáceo o panzudo.

Y en esta etapa de la Tierra, de recuentos, de National Geographic, documentos,
me pregunto cuál es el tamaño de la vida: ¿el de una ballena o la de un ciempiés? Entre tanto, mi perro «Niebla» me lo dice, me habla. Pero no lo voy a decir, se sobreentiende.

PD.- Con mi más absoluto desprecio a Carmen Cafarell, directora de RTVE en la época socialista de ZP, que borró del mapa mi último programa, con gran share, «En Verde», pedagogía pura para cultivarla entre la juventud.

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