Antonio Casado

La matemática no engaña

La matemática no engaña
Antonio Casado. PD

Dos valores al alza después de las elecciones del 20-D. Por un lado, la estabilidad. Por otro, la capacidad de pacto entre líderes de viejas y nuevas fuerzas políticas. Todo ello bajo el imperio de la matemática surgida de las urnas, cuyo primer mandato es el de reconocer a la fuerza ganadora, el Partido Popular, la legitimidad de su derecho a formar gobierno.

Así lo han reconocido tanto Pedro Sánchez (PSOE, 90 escaños) como Albert Rivera (Ciudadanos, 40 escaños) desde el primer minuto, una vez terminado el recuento electoral. Buena señal. Supone haber entendido el luminoso mensaje de los españoles, que han expresado su sed de cambio pero sin rupturas bruscas con el pasado.

La matemática de los votos y los escaños no engaña. Dice que la ciudadanía quiere asomarse a lo desconocido pero no quiere saltos en el vacío. En otras palabras, abraza lo nuevo (los emergentes entran con fuerza en el Congreso) pero apoyado en lo viejo (PP y PSOE siguen encabezando el ranking).

En definitiva, estamos asistiendo a la configuración de un cuadro de bipartidismo imperfecto. Si se quiere, bipartidismo vulnerable, debilitado, pero matemáticamente vivo, teniendo en cuenta que los dos partidos centrales han ganado en quince de las diecisiete Comunidades Autónomas y que, se mire como se mire, serán los actores matemáticamente decisivos y directamente responsables del nuevo escenario, tanto si se instala en la estabilidad como si acaba italianizándose, tanto si forma gobierno Rajoy como si Sánchez acaba reaccionado a la portuguesa.

Ya en la misma noche electoral el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, iluminó el panorama derivado del recuento electoral al explicar que la carga de la prueba recae básicamente en el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez. Es verdad. Al líder socialista le toca decidir si, llegado el momento (tal vez dos o más votaciones en las que Rajoy no obtiene la investidura por mayoría simple), se abstiene para desbloquear la situación o si, por el contrario, intenta encabezar una alianza de izquierdas con Podemos y los nacionalistas.

Ese es el dilema de Sánchez. No solo ante España y los españoles, que le exigen anteponer los intereses generales a los de su partido. También la clave interna condicionará su decisión cuando tenga que decidir entre la horca y la guillotina. La horca es seguir en la oposición y votar junto al nuevo Gobierno del PP ciertos asuntos de Estado (por ejemplo, la reforma de la Constitución). Y la guillotina es amontonarse con la izquierda mochilera y los grupos separatistas, a la contra de sus principales barones.

Quedamos atentos a la pantalla. Todo es nuevo en el tiempo político inaugurado en las urnas del domingo. Más inestabilidad pero también más creatividad y más cultura de pacto. No hay mal que por bien no venga.

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Lo más leído