os datos del PSOE son los peores de su historia. Empieza a ser una peculiaridad andaluza: como el gazpacho, el flamenco o el Betis. Se desploma en Madrid y pierde el liderazgo de la izquierda en el País Vasco, Cataluña y Valencia. Es decir: queda de izquierda interior, agraria o meridional, mientras que Podemos refuerza su liderazgo urbanita (qué elites nos esperan…).
Y pese a todo, Sánchez es el que más fácil gobierno tiene. Ya íbamos a borrarle las consonantes y al final le integramos las vocales. De alguna forma, el PSOE es aún el partido de nuestras vidas, de nuestras entretelas y de nuestros pecados. Qué cruz. Sí, dirán, están los barones (barones enflaquecidos, los votos son de la baronesa), y están los principios. Pero entonces aparece la figura, el recuerdo de Zapatero, que ya fraguó alianzas insospechadas.
Es Sánchez o elecciones anticipadas o la combinación de los dos. Y se cierne, en esta noche del gran carajal, la figura de Zapatero. Está en Podemos, está en las fuerzas territoriales periféricas, está en la fraseología desenfrenada, en los medios de comunicación, y en el callejón sin salida al que arrojó al PSOE. Sánchez defraudó desde el principio con su liderazgo de cartón piedra, pero bastaba. Bastaba un físico anguloso y el tono altisonante si el partido resistía. Ahora es el «sentido de Estado» o ZP II. El González viejo o ZP. La izquierda pujante es podemita y centrífuga.
Sánchez podría ser el rostro moderado para cualquier coalición «plurinacional» o para una Gran Coalición que parece descartable. Presidente por accidente. Como los actores de las zarzuelas, en play back por la mejor vida del Régimen.
La izquierda se aleja de la derecha, se abre una brecha. Si la palabra no estuviese tan gastada, podría decirse que han radicalizado sus diferencias. Los votos de Podemos en País Vasco y Cataluña parecen tener un aire instrumental: abrir Madrid al replanteamiento territorial.
¿Adónde se han ido los votos del PP? Muchos han tenido que ir a Podemos. No salen los números. Trasvase digno de estudio. Los líderes políticos y opinativos de la derecha se pasan la vida anunciando un apocalipsis que provocan ellos con su corrupción, su miopía y su estupidez. ¡Apocalipsis! ¡Apocalipsis! Y allí que nos arrojan.
