Santiago López Castillo

¿Por qué no os calláis?

¿Por qué no os calláis?
Santiago López Castillo. PD

Esta ralea habla porque tienen boca aunque lo justo y necesario sería que se nos protegiera con un bozal. En otros casos que no fueran fechas navideñas, no tendrían la gloria de media línea porque, además, no tienen media hostia. La falta de noticias, pactos, negociaciones, chalaneos, han hecho que los antisistema o antitodo, lo que se llama la retro progresía, tengan hueco prominente en los medios. Va y sale un zurupeto de ERC llamado Rufián, o sea, malhumorado, perverso y llama indecente al Rey y yo, supuestamente, señoría, le califico de gilipollas. Y es que esta recua independentista no se contiene un pelo a sabiendas de que cualquier barbaridad sale gratis. En estas cuentas de rosario también figura el disléxico comunista José Luís Centella que a todo lo que huela a democracia se opone. O la presidenta del Parlamento catalán, imputada, trasgresora de leyes, separatista de los pueblos que integran Cataluña, que al no saber español -¡y eso que lo obligaba Franco, jo!- se inventa los palabros de «uninacional y unilingüista» por el discurso de Felipe VI.

Pasemos las otras reacciones más o menos constitucionales, y me refiero incluso al PSOE, discípulo de las ambigüedades nacionalistas vasca y catalana, y centrémonos en lo que se avecina. España debe mantener su unidad conquistada desde hace medio millar de años. Y ha de ser sensible a las características diferenciales que se contemplan en la Constitución, que ya lo proclamó el gran dictador Franco -seamos objetivos, aunque políticamente incorrectos- en su testamento. Hemos de volver al año 75 y siguientes. Por que la izquierda sigue con su resentimiento -la guerra no ha terminado- y la derecha se mantiene soñadora y literaria de los dos trozos más ricos de esta vieja piel de toro: Cataluña y el País Vasco. Hoy en el curso del desagradecimiento.

Volvamos a la sensatez, al sentido común. Aplíquese un sistema electoral que funcione, todos por igual, con arreglo a la norma lógica y ética, mucho más que la política, dicho sea sin alarma de nadie, en francés deseo de dejar hacer y dejar pasar. Y huyamos del mal ejemplo de los Balcanes.

Siguiendo el ejemplo de José Calvo-Sotelo, el proscrito, prefiero una España roja a una España rota. Lo malo es que los empecinados, nos están dejando una patria en jirones y que huele a chamusquina.

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