Salvador Sostres deja a la primera edil de Madrid de vuelta y media. Y no es para menos:
El populismo izquierdista de ir a comer con los pobres constituye en primer lugar una clamorosa apropiación de su comida, y sobre todo un acto de cinismo, porque son precisamente las ideas que la señora Carmena encarna y representa las que históricamente han causado las mayores hambrunas y las miserias más desoladoras. No hace falta -ni ningún bien- que la alcaldesa de Madrid insista en su demencial postureo de la pobrecita, pues todos sabemos que es una señora rica, con una vida desahogada y bienestante.
Señala que:
Si de verdad quiere ayudar a los pobres, que renuncie a la alcaldía en favor de quien ganó las elecciones; o que se vuelva ella misma de derechas, partidaria de la economía de mercado, y aplique a Madrid los principios del capitalismo y del liberalismo que vuelven prósperas a las personas y a las ciudades. La extrema izquierda es el cáncer de cualquier sociedad: ya sea de una nación estructurada, que acabará devastada si sucumbe al drama de la economía planificada; o de cualquier pueblo que, desesperado, cometa el terrible error de lanzarse a los brazos de estas teorías lamentables y totalitarias. Que personajes tan culpables como los dirigentes de la extrema izquierda se atrevan, encima, a hacer la comedia de fotografiarse repartiendo bollos es un escarnio a los «clochards» que ellos mismos han causado y un insólito insulto a nuestra inteligencia.
Y concluye:
Si los ricos todo lo aprovechamos del pato, desde las plumas hasta el foie, la izquierda todo lo aprovecha de los pobres: su ingenuidad, su hambre, su resentimiento, su propaganda, e incluso su navideño plato de plástico, como Carmena el día 24, haciéndose vergonzosamente la solidaria cuando son ella y los suyos quienes fabrican la indigencia con su ideología de muerte y de miseria.