Laureano Benítez Grande-Caballero

¡Salvad a los ruandeses!

Una de las sorpresas de las pasadas elecciones es que el Partido Animalista Contra el Maltrato Animal (PACMA) se ha convertido en la fuerza extraparlamentaria más votada de la historia, consiguiendo un millón de votos para el Senado

¡Salvad a los ruandeses!
Laureano Benítez Grande-Caballero. PD

Definitivamente, he llegado a la conclusión de que vivo en un país multicolor y variopinto, en el cual la vida política puede producir sensaciones más abracadabrantes que en ningún otro lugar del mundo, puesto que a las habituales sacudidas de indignación e hilaridad se puede unir ahora otra conmoción más: el pacmo.

Sí, después de que los furrieles leninitas nos han podemizado, ahora nos quieren pacmitizar los pacmitas del Partido Animalista Contra el Maltrato Animal (PACMA), que ha conseguido 220.000 votos en las pasadas elecciones, duplicando los que consiguió hace cuatro años, convirtiéndose en la fuerza extraparlamentaria más votada de la historia, y superando en votos a formaciones como UPyD y Vox.

Podían haber sacado tres escaños, de no ser por la ley electoral vigente en nuestro país. Y el pacmo aumenta hasta el schock más sobrecogedor si tenemos en cuenta que consiguió ¡un millón de votos! para el Senado. Yo, la verdad, me quedé como un pacmarote ante estos estupefacientes datos.

Sus líneas rojas son tres: no a los toros, no a la caza, y no al sacrificio de animales. En su programa vienen a pedir casi una equiparación de los derechos animales con los derechos humanos, propugnando, por ejemplo, su atención médica a cargo del Estado, la creación de una Fiscalía contra el maltrato animal y de un Defensor de los Animales, la supresión de los experimentos de laboratorio con los animales…

Yo, la verdad, estoy de acuerdo con que se defienda a los animales de todo tipo de maltrato, pues son seres vivos que también sufren. Nunca he tenido demasiadas simpatías ni por los toros, ni por la caza y la pesca, así que por ahí no va mi pacmo.

Lo que sucede es que, junto a mi solidaridad con los animales, soy consciente de que este franciscanismo bienintencionado que se hermana con los animales tiene su lado oscuro, pues puede incurrir en un fanatismo sombrío que lleve a considerar a los animales por encima de las personas, a defenderlos a la vez que se mira para otro lado cuando los maltratados son seres humanos.

Recuerdo la historia que contaba Miguel Delibes -gran apasionado de la caza, autor de 11 libros sobre el tema-cuando, defendiendo la caza de quienes la acusaban de ser cruel con los animales, narraba la historia de un famoso nazi exterminador de judíos que lloró el día que se murió su canario. La moraleja de esta historia es la misma de un chiste de Jaimito en el que éste, ante el requerimiento del maestro de que sus alumnos contasen una buena acción que hubieran hecho por los animales, dijo que él había dado una patada a un niño que había dado una patada a un perro.

Esta «jaimitada» sirve a la perfección para denunciar esta actitud farisaica e hipócrita, que supera los límites de lo sombrío y entra de lleno en el ámbito del horror y la repugnancia en casos como el de los comentarios de los animalistas ante la cogida de toreros en los festejos taurinos, en los que se traduce el desprecio por la vida humana que supone para algunos la defensa de los animales: «La única noticia triste del día es que un toro ha corneado a Fran Rivera pero no le ha matado»; «Tú los matas… AHORA TE JODES!»; «Paquirri mostró una indiferencia y crueldad con el toro anterior, que cuando lo vi en Crónica TV disfruté viendo la cornada»; «Llamarme lo que queráis, pero ahora mismo pocas cosas me hacen tan feliz como saber que un torero ha sido cogido por un toro».
Pero esta actitud hipócritamente franciscana no solo se puede aplicar a ámbitos reducidos como las corridas de toros, sino que también puede considerarse en una escala más global. Aportaremos dos ejemplos entresacados de la realidad histórica.

El primero sucedió en Ruanda, donde tuvo lugar en 1994 uno de los genocidios más apocalípticos de la historia, durante el cual la mayoría «hutu» exterminó al 75% de la población «tutsi»: más de 800.000 personas fueron asesinadas en 5 meses, y casi todas las mujeres que consiguieron sobrevivir fueron violadas. La matanza también afectó a muchos de los 5000 niños nacidos de esas violaciones. La indiferencia mundial ante este holocausto fue generalizada.

Por esas mismas fechas también estaba de actualidad la campaña contra la caza de ballenas, iniciada a nivel mundial en la década de los 70. En la temporada de 1985-1986 se hizo efectiva la prohibición de la caza comercial.

El contraste entre las dos noticias apareció reflejado de forma magistral en la viñeta de un periódico, en la cual se veía a una ballena decir: «¡Salvad a los ruandeses!». Frase genial de solidaridad animal con los pobres humanos, que viene a significar algo así como: «¡Los humanos primero!».

En 2010 la UE instauró un embargo sobre los productos derivados de la caza comercial de focas en Noruega y en Canadá, una medida justificada por las «preocupaciones morales del público» frente a los crueles métodos de caza. Esta actividad tiene lugar especialmente en Canadá y Groenlandia, donde cada año se matan alrededor de medio millón de ejemplares, con la crueldad añadida de que la mayoría son crías entre 14 días y 2 meses, y de que un método para matarlas es aplastarles la cabeza con un pico de hierro. Con frecuencia, los animales son despellejados vivos.

Sin embargo, estas «preocupaciones morales» que contribuyen a salvaguardar la protección de las crías de foca no se han aplicado de igual manera a la hora de proteger la vida de las crías humanas, maltratadas, torturadas y asesinadas en incontables abortos. Me produce verdadero pacmo -e indignación, claro- que muchos de los defensores de los animales -en connivencia con la izquierda antisistema- no dudan a la hora de apoyar el monstruoso genocidio del aborto, frente al cual no parecen tener «preocupaciones morales», proponiendo incluso el aborto completamente libre, sin plazos. Sí: es pacmoso que exista el PACMA y no un partido que aglutine el voto contrario al aborto, que suscita la indignación de muchos españoles. Es la triste evidencia -una vez más- de que son siempre ellos los que se movilizan, ante el silencio de una mayoría que las ve venir con un estoicismo que yo preferiría llamar pusilanimidad.

En España, la interrupción del embarazo es hoy día la primera causa de mortalidad, ya que se cobra anualmente entre 100.000 y 115.000 víctimas. En todo el mundo, los abortos alcanzan anualmente la cifra apocalíptica de 50 millones, más víctimas que en la Segunda Guerra Mundial. ¿Cuántos toros se matan en España cada año en los festejos taurinos?: las cifras varían según la fuente que las proporciona, pero se estima que en torno a los 10.000. ¿Cuántas ballenas se cazan desde que entró en vigor la moratoria en 1986?: 36.000.

¿Qué diría hoy la ballena esa que gritó en favor de los ruandeses? Mejor dicho, si sustituyéramos al cetáceo por un toro -que podría ser muy bien el famoso toro de Osborne que vemos en las carreteras, el cual ya ha comenzado a sufrir atentados-, ¿qué gritaría a los cuatro vientos?

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