Santiago López Castillo

Pedro Sánchez, el pavo real

Pedro Sánchez, el pavo real
Santiago López Castillo. PD

Estoy en contra de matar a los pavos por Navidad, y, por lo tanto, dejaré de comprar en El Corte Inglés porque tiene un reclamo para engordarlos por estas fechas. Sólo se salvan algunas galliformes en el día de Acción de Gracias en Estados Unidos. Y es que un pavo es un pavo o el equivalente a un puñado de dólares. Es una vida más que consume el género humano. Pero al pavo a que me voy a referir es el ser más vanidoso que he conocido en mis cuarenta años de política: Pedro Sánchez, el vendedor de caballeros en la planta de El Corte Inglés, y no la he tomado con la efigie de los grandes almacenes.

Desde que lo eligieron rey de reyes del socialismo, le he llamado de todo además de bonito. Y no sé si se ha corrido de gusto pero da la impresión de que sí aunque en intimidades personales no entro. Sánchez no quiere ser un mayordomo de la Moncloa pero sí su ukupa u ocupante que para eso tiene a Podemos que lo puede todo. Adornada su cola con plumas azul y verdes con irisaciones doradas, este pavo de corral quiere ser investido presidente del Gobierno. Como sea y al precio que sea. Ya le digan los del Comité Federal lo que quieran que él se lo pasa por el forro del candongo. El caso es sacar palmito que para eso es vendedor de la planta de caballeros de El Corte Inglés. Que España se resquebraja y se va a pique, que se vaya, que le pongan la banda sonora de Titanic.

Lo de las rayas rojas y el libro de ruta, por otro lado, es una forma eufemística de decir mentiras, letanía que se lleva mucho en el PSOE. Hay que vestir al muñeco. Disimular, también vale, mientras el pobre Rajoy gasta el tiempo con esas hordas independentistas y comunistas que tanto le conmueven al tal Pedro Sánchez. Y eso que tiempo ha el socialismo ibérico dejó el marxismo para en fundarse el hábito socialdemócrata. ¿Qué sabe este zurupeto de lo que fue España y su historia si debe ser uno de los primeros pobladores de la Logse? Su cantinela, cuando apareció en escena, consistía en decir que el franquismo le impidió los estudios y luego sus padres le dieron dos carreras. Tiene inoculado en el cuerpo el veneno del odio. Es -aunque con otras galas- un perro-flauta made in El Coleta, el asambleario de facultad en quien se apoya para sus obsesiones de poder. Me gustaría saber la opinión de socialistas sensatos como Corcuera o Leguina sobre este arrogante ser con plumaje de Cornejo. Pero no es menos cierto que gracias a la ignorancia de sus votantes tenemos lo que tenemos.

El que nace tonto, como el que nace ciego o piel roja, tarda algún tiempo en averiguar que lo es. Éste tiene la ventaja, sin embargo, de alcanzar la categoría de zapaterista cum laude. Claro que más grande será la caída.

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