Santiago López Castillo

El Congreso, un mercadillo

El Congreso, un mercadillo
Santiago López Castillo. PD

En las legislaturas anteriores -vamos por la undécima- jamás había visto un espectáculo semejante. Para el nene y la nena, magdalenas a real, cinco lobitos tiene mi loba, teta, tetita, teta (tabacos y otras labores están prohibidas pero no el gin tonic que se expende e sesión de plenos). Y ha tenido que ser esta pléyade popular, populacho también cuadra, la que se haya saltado las más elementales normas de sus señorías en aras del mal llamado uso o naturalidad. Hasta Carlos Herrera se fue a casa Manolo, en la acera de enfrente, para dar espontaneidad radiofónica a la constitución de la Mesa del Congreso, establecimiento aquel en que se intercambian enmiendas por pinchos de No, no estuve en esta parodia burlesca porque, en primer lugar, estoy exento por jubilación y por devoción tras cuarenta años de respeto informativo a la institución en la garita de guardia parlamentaria incluido el 23-F. El show de los podemitas se veía venir habida cuenta de que toda su estrategia consiste en ser transgresores igual que en la generalidad de Cataluña, me tiro un pedo o me cago en el Rey y eso que el evacuatorio de la Puerta del Sol estaba a sólo unos pasos en 1911, y que fue inaugurado por el alcalde de turno acompañado de unos señores con la picha en ristre, chistera en mano y

En el Palacio de la Carrera de San Jerónimo, que yo haya vivido y lo he vivido todo, hay guarderías, desde cero edad hasta el infinito. Centros médicos, asesorías jurídicas, aseos, guaters gays y de los otros, circo para dar y tomar, incluida la socialista Ana Balletbó a la que Tejero pilló por sorpresa el día de marras con trillizos en la barriga. Pero de eso, causas espontáneas y naturales, al circo montado por los ácratas de salón va un abismo. Claro que conviene no olvidar a la comunista Nines Maestro quien también montó sus pollos feministas con IU. En un polo opuesto del espectro político, a Fraga se le ocurrió hacer referencia a una diputada socialista con escote y canalillo, al parecer, la esposa del castellano-manchego Barreda, y la que se armó, mamma mía.

Ahora se ha puesto en práctica la provocación podemita con la aquiescencia de Pedrito Sánchez. Y es que no hay principio de autoridad. El principio de autoridad se nutre de su propia sustancia. Malo es cuando a un hombre le brilla la mirada llena de odio; de desagradecimiento está el cielo lleno y el líder del PSOE, al menos, debería ser consecuente para deducir que por encima de él está su partido que gobernó en el País Vasco gracias a la generosidad del PP. Me echo a temblar cuando enfrente hay unos ojos inyectados en sangre sin el más mínimo principio de autoridad y permanentemente

PD.- Con mi reconocimiento y respeto a las Fuerzas de Seguridad y al Cuerpo de

Ujieres con los que departí durante tantos años.

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