José María Carrascal pone el foco sobre los deseos irrefrenables del líder del PSOE de ser presidente al precio que sea y como los separatistas catalanes también ven cómo están ante la oportunidad más clara de poder llevar a cabo su propósito de romper con España. Vamos, esto se llama juntar el hambre con las ganas de comer:
Pedro Sánchez y los nacionalistas catalanes se han dado cuenta de que esta es su última oportunidad. El primero, de llegar a presidente. Los nacionalistas, de llegar a la independencia. Y el PSOE les ha cedido cuatro escaños en el Senado, con los que tendrán grupo propio, dicen para que puedan exponer mejor sus argumentos, de hecho para arrollar el gran obstáculo a que Sánchez forme ese «gobierne progresista» que pretende y los nacionalistas catalanes pongan en marcha su proyecto independentista: el PP. Bueno, en marcha ya está desde que el nuevo Gobierno de la Generalitat juró el cargo prometiendo, no obedecer y defender la Constitución española, sino «la voluntad del pueblo catalán», que ya saben ustedes lo que significa para ellos. Algo que se ha repetido en el Congreso con el juramento de los diputados de Podemos, con textos que venían a decir que aceptaban la Constitución para cargársela. Lo que significa que se ha creado una gran coalición, pero no la que creíamos, PP-PSOE-Ciudadanos, sino la de PSOE-Podemos-Secesionistas.
Se pregunta:
¿Qué puede hacer el PP ante ello? Políticamente, muy poco, pues tiene enfrente la inmensa mayoría del arco parlamentario; Ciudadanos ya ha dicho que sólo le apoyará si lo hace el PSOE. Mientras, Podemos y el resto de los partidos rebosan ambición y resentimiento. Sin que sirvan de nada las concesiones. Ya han visto de qué ha servido al PP lo de Patxi López.
Su último baluarte es esa Constitución que quieren cargarse por las buenas o por las malas. ¿Han sido legales las tomas de posesión del nuevo Gobierno de la Generalitat? Juristas de prestigio dicen que no, al apuntar que no se respetó la letra ni el espíritu de juramento. En cualquier caso, en democracia, la forma es tan importante como el fondo. Vamos a ver lo que dicen los abogados del Estado que estudian el caso. Y lo que dicen Felipe González y los barones del PSOE, a quienes se les llena la boca hablando de la unidad de España y de la soberanía del pueblo español. Pues lo que estamos presenciando tiene todo el aspecto de una versión incruenta del golpe de Estado de octubre de 1934, cuando en Barcelona se declaró la «República catalana» y en Asturias la extrema izquierda, con la connivencia del PSOE, se alzó en armas contra la República española. Ahora no se está reconociendo la legalidad constitucional del Estado español ni respetando el reglamento de su Congreso. Rajoy ha dicho que no permitirá la más mínima violación de esa legalidad. Le llega el momento más crítico de su mandato. Sánchez ya ha hablado y actuado claro. A Rajoy le llega la hora de hacer lo mismo.
Y recuerda:
En un esfuerzo por quitar dramatismo a la situación, se acuerda uno del proverbio de Marx «la historia se repite, primero como tragedia, luego como comedia». Pero han cambiado tanto las cosas que los precedentes no sirven. A Marx lo desautorizó Lenin con la revolución proletaria en un país sin revolución burguesa. Ahora lo intentan Iglesias, Sánchez y Puigdemont en un país que no sabe lo que tiene ni lo que no tiene.
