Santiago López Castillo

Cuando no se dice la verdad

Cuando no se dice la verdad
Santiago López Castillo. PD

Haría bien el desgreñado de la Generalidad leyéndose a Raimundo Lulio que para eso lo tiene cerca. El autor catalán aconsejaba en su obra Llibre de mil proverbis que hay que tener miedo cada vez que no se dice la verdad. Y estos independentistas mienten como bellacos. Se introducen en el túnel del tiempo y sus hooligans se lo creen. Les ha llegado el mesías o Cristóbal Colón con barretina. Es esa palabrería hueca, pura hojarasca, la que, gracias al Estado Español (pronunciar España, ni con perborato), las nuevas generaciones de Cataluña se han «formado» para burricie de sus ciudadanos. Diríase que estos Puigdemont, me sonaba más Casademont, aquel satírico personaje de Sardá, el sectario; estos adoctrinados se vienen alzando en armas -el ejército está en el proyecto- contra el opresor. Cuando Cataluña y las Vascongadas fueran las regiones más favorecidas por el régimen de Franco.

Siento, según se mire, en estos momentos de ruptura nacional, no volver a Baqueira al tener los meniscos rotos ni volver a la Costa Brava, lo más agreste y bello del litoral donde pasé veranos inolvidables e hice amistad, salvo el degüello de la muerte, con los que siguen siendo mis grandes amigos. «¡Me dais pena!» fue el título de mis últimos comentarios en Periodista/Digital sobre estos iluminados de la soberanía catalana y su puta madre. Llevo en mi memoria y en la retina de los ojos mis encuentros personales con Josep Pla y Salvador Dalí. Únicos, irrepetibles. Genios.

Mas no quiero entrar en lo trivial, en la chusma agradecida y trincona de una política falsa y llorona. Por si fuera poco, el tal Pedro Sánchez, ambicioso del poder al máximo, ensalza al ilegal presidente de la Generalidad, porca miseria. Trato de referirme a mi amigo Cela cuando, años atrás, se refería a la disyuntiva entre la verdad y la mentira: ésta última, advertía, cárgasela a la pequeña o grande burguesía. Porque, según el literato, no hay nada más ridículo que el burgués disfrazado de redentor. Eso sí, también, pregonando las necedades tercermundistas. Las que van de la mano de la máscara del carnaval y que rinden culto a lo políticamente correcto.

Cataluña, lamentablemente, está llena de corrupciones y cacas de la vaca. De desacatos, irregularidades y mayúsculos golpes de Estado. Pero no pasa nada. Está Rajoy que inunda de papeles al Constitucional que siempre van a la papelera. No se respeta la Constitución, el Rey ni cristo que lo fundó. La ignorancia y la frivolidad rinden culto a lo políticamente correcto. Así nos va.

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