"Llegaría después un tal Zapatero ..."

La vigencia de Lenin, hoy

La vigencia de Lenin, hoy
Lenin, Stalin y Pablo Iglesias. HM

Han sido los nacionalistas quienes, además de odiar y orillar nuestra lengua, siguen pervirtiendo el segundo idioma del mundo. Para ello, utilizan la mentira -a la que tan aficionados son los socialistas- y retuercen los verbos igual que un calcetín sudado. Es esta maravillosa herramienta el principal objetivo de estos separatistas de aldea y que sólo usan el inglés para eslóganes en la pancarta. En la memoria de todos, y desde hace dos decenios, el castellano está proscrito hasta en las mercerías donde se cogían medias por puntos. En los colegios, en los institutos, en los centros oficiales de la región, en los campos de fútbol, en las algaradas y, en definitiva, en cualquier acto social; de ahí que Cela, sin entrar en andurriales políticos, hiciera una defensa a ultranza de nuestra lengua común en el I Congreso Internacional de la Lengua Española (1997).

Llegaría después un tal Zapatero y sin saber el significado de lo que es el eufemismo se puso a dulcificar expresiones teniendo como doctas consejeras a las Leyre Pajín y Bibiana Aido y no vuelvas. Suyas son, entre otras, las descerebradas ideas de ZP. A saber: «La nación es un concepto discutido y discutible»; «Estamos en la Champions League de la economía; «Estoy muy de acuerdo en que se multe a los establecimientos que no rotulen en catalán»; «España no se rompe, está más unida que nunca»; «La crisis es una falacia, puro catastrofismo»… Bla, bla, bla. Así, hasta un corolario de barbaridades cum laude.

Volviendo a Lenin, su decálogo (1913) no puede tener mayor vigencia. Tras definir la democracia como «una lacra de la burguesía», anima a corromper la juventud y que practique la libertad sexual; control de los medios de comunicación; dividir la población en grupos antagónicos; irradiar la desconfianza de los líderes de otros partidos; promover huelgas a tutiplén e incrementar los disturbios; destrucción de los valores morales, la honradez y enfatizar el descrédito de los gobernantes; asumir el poder sin ningún escrúpulo; y, por supuesto, hacer referencia siempre a la democracia y al Estado de Derecho. Hecha esta exposición, la pregunta inmediata es: ¿el ideario lo pergeñó el terrorífico de Vladímir o Pablo Iglesias? Está claro que los estudiantes asamblearios de facultad tienen más que aprendida la lección. Han puesto en práctica la doctrina comunista con mucho esmero y los educandos con no menos entusiasmo. Y es que lo alienante es como una enfermedad contagiosa, mismamente el ébola, sólo que en vez de llevar equipamiento de protección contra el virus se peinan las rastas o se lleva coleta y se lucen pendientes, tres como poco, y cremalleras por todo el cuerpo y mochila grasienta antidisturbios.

Lo digo para aquellos que, además, van enfundados en la franela de lo políticamente correcto y que se resisten en no caerse de un guindo. No el ministro en funciones.

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