Viendo el espectáculo montado por Pablo Iglesias y sus 'cuates' en televisión, al PSOE se le cortó la respiración
Por Alfonso Rojo
Rubalcaba lo califica de insulto, Madina habla de humillación, Susana dice que ha sido una desfachatez y los analistas vaticinan que el comité federal del próximo fin de semana será un Vietnam.
Alguno y creo que Mariano Rajoy entre ellos, da por seguro que los barones socialistas pararán en seco los pies a Pedro Sánchez, conscientes de que el PSOE saltará al abismo si acepta las condiciones que dicta Podemos y se abraza a los independentistas.
Pues me da que no. Seguro que los Vara, García-Page, Díaz, y otros dirigentes de esa organización que en su día lideraron Felipe González y Alfonso Guerra, están convencidos de que Sánchez, tras el derroche de chulería de Pablo Iglesias, debería de haber defendido el buen nombre de su partido y de sus votantes, en lugar de agradecer la piruleta envenenada que el podemita le metía en la boca.
Regodeándose en la suerte, usando al Rey como frontón e informando antes a los periodistas que a su socio, el de la coleta remató el anuncio de que va a ser el próximo vicepresidente de España y tiene claros que seis ministerios se lleva, perdonando la vida al secretario general del PSOE:
«Que sea presidente del Gobierno es una sonrisa del destino que me tendrá que agradecer».
Todo eso, exhibiendo a su derecha al independentista Domenech, para quien ha reservado el ministerio de Plurinacionalidad y rodeado de los ‘cuates‘ que se harán cargo de RTVE y de las carteras de Economía, Educación, Sanidad, Servicios Sociales, Defensa e Interior.
Viendo el espectáculo en televisión, al PSOE se le cortó la respiración. Pero enseguida comenzaron las matizaciones (Ni Kerenski ni Chamberlain, sino el pedestre Capitán Concordia).
A Sánchez, todo lo que se le ocurrió fue estirar los labios en una mueca que pretendía ser sonrisa y comentar chistoso que había ido a reunirse con el Rey y salía «con los ministros nombrados».
Su escudero César Luena optó por tildar a Rajoy de «antisistema» y los Oscar López, Antonio Hernando y demás aspirantes a ocupar los ministerios que deje libres Podemos y el que no se lleve IU, nada de nada.
Y ahí está la clave. En un cambio de Gobierno como el que se avecina, entre secretarías de Estado, direcciones generales, presidencias de organismos como la SEPI y todo eso, hay 3.000 puestos a repartir.
Poco pesarán las recomendaciones que ose formular algún barón durante el comité federal, frente a la abrasadora ambición de los que ya se ven colocados y con sueldazo.
Ya les pueden mear encima, que ellos dirán que llueve.
ALFONSO ROJO