Vivimos en el reino del look y la demagogia, vendida la democracia a las televisiones que sin criterios de salvaguardia ética o de interés general, pondrían hoy a Tejero o a los etarras del barrio en horario de máxima audiencia, en cualquiera de los programas sin gusto, sin moral y sin escrúpulos, que en realidad lo están haciendo ya.
Algunos niñatos de esos que ahora son casta, piensan que muertas las formas, que son la base de la democracia liberal, se alcanza al cielo, craso error, porque sin formas en política adonde se llega es al caos.
Queda por ver si lo ignoran o más bien se lo quieren saltar, como los bancos del Congreso, volviendo a demostrar que la guarderia del Congreso está infrautilizada y se podría llenar, con todo el «peterpanismo político» que acompaña a los líderes de la revolución comunista en marcha.
Todavía no se han enterado que esto no es el colegio ni la facultad, donde pasaban el día en el bar o conspirando en asambleas eternas, que es el único deporte que gustan de practicar. Es la sede de la soberanía nacional. Y es preciso hacérselo saber una y otra vez sin complejos.
Piensa uno ingenuamente y tiene escrito que lo importante en un político es la condición íntima del candidato como persona o no de bien y por tanto servidor público o su vocación intima de «demagogo lookerero», trilero, buscón o fulero/a.
Muchos dicen cosas que no creen, ven cosas que nadie ve, se agarran al acta de diputado como un sostén o un salvavidas, venden a su madre, juran por sus hijos, defraudan por su país, pero si su condición es ladrón, demagogo o salvapatrias seguirán robando, embaucando serpientes y mudando su dura piel, su inquina y su veneno como parte indispensable del «ofidio». Todo ello en el país que quiere imponernos a todos el capitán Look y su Demagogia.
