Laureano Benítez Grande-Caballero

El carnaval de los idus de marzo

Por obra y gracia de los esperpentos y grotescos espectáculos podemitas, España está en continuo carnaval

El carnaval de los idus de marzo
Laureano Benítez Grande-Caballero. PD

Pues sí, está ya cercana la llegada de los carnavales. Que Dios nos coja confesados, pues en las carnestolendas encontrarán la banda podemita un magnífico pretexto para exhibir de nuevo en todo su esplendor su feísmo de extracción okupa, su kulturbasura de abolengo «patiomaravilloso», su parafernalia cutre y su epatante chabacanería. Y es que ya deben de estar frotándose las manos, pues este carnaval que nos propondrán clonará majestuosamente una vez más su zarrapastrosería.

Ya tuvimos un anticipo de su pésimo gusto en la maravillosa kabalgokupa de los magos, con toques de dragones chinescos e indígenas del altiplano, pero los amenazantes carnavales pueden ser la repanocha, porque en ellos estarán en su elemento, y no se cortarán un pelo a la hora de exhibir sus grotescos esperpentos.

Por ejemplo, igual nos sorprenden colocando en el Ayuntamiento de Madrid una pancarta que diga «¡Carnaval, te quiero!» , o « Carnaval welcome». Desde luego, lo que no me ha sorprendido en absoluto es la ordinariez cósmica de los cartelitos que han puesto en la principales avenidas de Madrid para publicitar el carnaval, una horterada atroz que hiere la vista y la inteligencia.

¿A qué viene esta campaña de promoción de los carnavales, en una ciudad que siempre ha pasado olímpicamente de ellos, que carece totalmente de tradición carnavalera? Pues es de suponer que para esta banda de ateos que usan la multikulturalidad y los solsticios para atacar las creencias católicas, los carnavales son una apoteosis pagana que también se puede utilizar en tal sentido, aunque su origen haya que buscarlo precisamente en el cristianismo. Si ya utilizaron la kabalgokupa de los Reyes para burlarse de los cristianos, da escalofríos pensar qué no harán con unas fiestas paganas magníficas para seguir su campaña de acoso y derribo.

De lo que estoy totalmente seguro es de que, cuando llegue la Semana Santa, seguirán puestos esos cartelitos de marras, ya que ni por asomo serán sustituidos por imágenes del Gran Poder, de la Macarena, o de Jesús el Pobre. Así que cuelgan mamarrachadas de las farolas, pero nada de imaginería religiosa, a pesar del origen religioso de las carnestolendas. Total, si han inventado los bautizos y las comuniones laicas, pronto pondrán a sus asesores a patentar la Semana Santa laica. O sea, que será la Semana Santa, pero sin Semana Santa.

También estoy seguro de que los animalistas no perderán una ocasión tan magnífica para adoctrinarnos con sus ideologías vegetarianas, por aquello del «entierro de la sardina», pues seguro que aprovecharán la coyuntura vegana para lanzar urbi orbe el «entierro del toro». Y es que son unos pesados, pues ya convirtieron las fiestas de San Antón de Madrid en un akelarre animalista.

Sin embargo, considero un verdadero despilfarro la publicidad de las carnestolendas, y no solo porque en Madrid únicamente se celebren en cenáculos, conventículos, gabinetes y casinos, aparte de en los centros de enseñanza. ¿Qué sentido tiene que promocionen los carnavales la chusma podemita, que va de carnaval en carnaval, de esperpento en esperpento, dando la murga?

Así que ¿a qué vienen esos cartelitos horrendos en las avenidas de Madrid, cuando gracias a la ordinariez y la mala educación de los desharrapados radikales morados estamos en continuo carnaval? Un ejemplo de esto fue su desembarco en el Congreso, al que convirtieron en una pura carnavalada que nos convirtió en el hazmerreír de medio mundo.

Aparte de no gastar un euro en una publicidad innecesaria, también podrían ahorrarse buenos dineros en disfraces, ya que la comparsa podemita va frecuentemente embutida en unos ropajes que chirrían barbaridad en los nobles salones que han ocupado. Así, por ejemplo, ya tienen el disfraz de perroflauta, el de rastafari, el de okupa, el de guayabera caribeña, el de mullah iraní, el de complotense, el de feminazi, el de bollera, el de refugiado, el de camarero del Rey… hasta se pueden disfrazar de centristas -corbata incluida- si la ocasión lo requiere. Yo, por ejemplo, disfrutaría cantidad endilgándole al «Coletas» un corbatón estilo Luis Aguilé.

Pero el disfraz que verdaderamente aspiran a ponerse para alucinar al personal es el de ministro o vicepresidente. Con eso sí darían el golpe, y sería la chirigotada del siglo.

Y estemos atentos, pues aún nos quedará soportar la kabalgaokupa del «Día del Orgullo Gay», cuya bandera ondeará ostentosa y solidariamente en la fachada del Ayuntamiento madrileño: «Gays welcome». Aquí todos «welcome» -menos taurinos, católicos, monárquicos, y derechosos-, que Madrid es una ciudad acogedora y refugiadora, faltaría más.

Mas les confieso que, a pesar de todos los disfraces de que disponen en su impresionante fondo de armario, yo vestiría de romanos a los podemitas, pues sueño con que los madrileños les organicen una colosal fiesta pagana de «idus de marzo» justamente para eso: para que sean «idus», para que se vayan con sus carnavaladas a otra parte y dejen de fastidiar.

Y se equivocan quienes crean que, una vez idus, les mandaría a un lejano asteroide, a una selva caribeña infestada de serpientes, o a una gélida taiga rusa. No… su sitio verdadero estaría en la Gran Manzana de Nueva York, exiliados en el Rockefeller Center, o en cualquier otro tugurio del Nuevo Orden Mundial de Wall Street. De allí vienen, allí los engendraron, ésa es su verdadera Patria, y allí deberíamos mandarlos, como quien entierra una sardina, aventa cenizas en el miércoles cuaresmal, o es derrotado sin piedad -como un Julio César cualquiera- ante los leones del Congreso, en un luminoso idus de marzo. Que así sea.

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