Hermann Tertsch

«La derecha agasaja a esa izquierda embrutecida y revanchista»

"La derecha agasaja a esa izquierda embrutecida y revanchista"
Hermann Tertsch. PD

Hermann Tertsch coge por la pechera, metafóricamente, claro, a Dani Rovira, ese actor de moda que vale para una película, la gala de los Goya o para hacer publicidad. Está claro que el periodista ‘no lecomienda’ hacerse fan de este artista:

Es el actor de moda, ha presentado la gala anual del cine español, será rico ya por sus ingresos del exitazo de esas películas de chiste como «Ocho apellidos vascos» y su bis «Ocho apellidos catalanes». Y gracias a sus anuncios y galas tras el bombazo de taquilla. Es además ya el gracioso oficial, el simpático jaleado y aplaudido por los medios que establecen el canon cultural y de la corrección política en España. Y, sin embargo, Dani Rovira está inconsolable. Su mensaje en Twitter del martes día 9, después de la lectura de los ecos de la gala del sábado, lo deja claro: «Tras todas las críticas, desprecios, insultos, acusaciones y decepciones, he de decir que no me ha merecido la pena presentar @PremiosGoya». ¿Y por qué está triste el galán gracioso? Nadie puede reprochar a Rovira el tedio de películas que tan poca gente ha visto y verá. Aunque se apañen algunos para falsificar suficientes entradas y granjearse subvenciones, esa corrupción de la que allí nadie habló.

Detalla que:

Tampoco puede culparse a Dani del triste, vulgar y aburrido montaje con recursos e ideas paupérrimos y fiascos técnicos de colegio mayor subsahariano. Y nadie responsabilizará al andaluz de ese «desfile de estrellas» que se antoja un concurso de modistillas. Con artistas, modelos y chicas de compañía con un lenguaje tan ordinario y soez que evoca el lupanar de provincia en otros tiempos. Con algunas que hablan un español que se antoja un recital de onomatopeyas. ¡Dicción, señoritas, dicción! El glamour de los Goya no logra despegarse de la estética de las bodas en motel de carretera de la Yugoslavia titoísta. Y todo va a peor. El Frente Popular asoma en el horizonte cercano y brota ya más fuerte otra vez el pelo de la dehesa. Eso sí, rezumándoles a todos la soberbia por los poros.

Rovira está triste porque le han atacado en las redes sociales. Los más fieros habrán sido como siempre los decepcionados. No quienes no ven desde hace muchos años ese torpe espectáculo. Ni los que se asoman al televisor intermitentemente para confirmar su desprecio por el acto oficial español más hipócrita y vulgar. Se metieron con el pobre Dani quienes se vieron desagradablemente sorprendidos por el hecho de que ya domine el insulto sectario y las actitudes faltonas como los bonzos más viejos y patéticos de este cine español secuestrado por una izquierda agria y zafia. Con los desprecios al ministro y a la derecha y cuatro cretinadas, Rovira demostraba haber asumido el papel de Eva Hache barbuda.

Y sentencia:

No es que la derecha no lo merezca. Precisamente por agasajar a esa izquierda embrutecida y revanchista. En mi libro «Días de ira» dedico capítulos a esa derecha obsequiosa, más eficaz que el feroz sectarismo de la izquierda en convencer a todo el que quiera entrar en el «mundo de la cultura» de que hay que proclamarse de izquierdas y mejor aún militar en ella. Garantiza la mejor promoción por parte de todos y es la única forma de acceder a premios, ante todo a los que otorga el PP. Las críticas a Rovira no eran solidaridad con un ministro de Cultura que volvió a demostrar que el exceso de buenas maneras en el trato con rufianes no es necesariamente una virtud. Y que podía haberle ahorrado a su encantadora mujer aquella afrenta vulgar e interminable. Los ataques por los que llora Rovira son solo reflejo del hartazgo de millones de españoles. Aburridos y asqueados de que siempre insulten los mismos. Que ven al gracioso que les caía bien perfectamente integrado en el encanallado frente de la superioridad moral que ha dinamitado la convivencia en España.

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Autor

Juan Velarde

Delegado de la filial de Periodista Digital en el Archipiélago, Canarias8. Actualmente es redactor en Madrid en Periodista Digital.

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