Santiago López Castillo

Una falta de respeto

Una falta de respeto
Santiago López Castillo. PD

El periodismo supuestamente serio está sacando los pies del tiesto para competir con el amarillismo, ese reguero de pestilencias en rosa y amarillo con mucho polvo y estrellas. El otro día fue la BBC con un documental sobre el Rey Juan Carlos, el emérito, bueno y qué, en el que hablaba de los miembros de la familia real (no la novia Corina, menos mal) y de la reina consorte, llamada Leticia, nunca con zeta, esnobismos fuera. Harto de proclamar mi rechazo a aquella boda (contrayente republicana, pro abortista, separada, trepa…), fui borrado de las invitaciones a los actos de Zarzuela, y jamás monté tándem con Peñafiel, que conste. Y ahora una agencia tan seria como France-Press afirma, sin pruebas, que Juan Pablo II estuvo liado durante 35 años con una señora norteamericana de descendencia polaca.

Aquí todos somos Podemos y no os metáis con mi chica que os hostio. Son los modales que se llevan. Es preocupante la ignara actitud de no pocos que crece día a día ante la indeferencia de quienes debieran atajarla, pueda venir en falta de respeto hacia la lengua, hacia la verdad y hacia las personas y lo que dicen y hacen. El para mí santo polaco, debe ser venerado por su obra divina y humana que estuvo ligada a Santa María Virgen, «no tengáis miedo», y que consiguió derribar el muro de Berlín, casi nada, pese a la relación epistolar que el cura Vojtyla tuvo supuestamente con una mujer de origen polaco llamada Anna Teresa Tymitujecka. La noticia, rumor o bulo fue divulgada por la prestigiosa agencia France Press e inmediatamente desmentida por el Vaticano. El que un religioso se cartee durante media vida con una señora no debe presuponer que se está yogando sin parar. También se decía no ha mucho que Fulano era maricón, apelativo que ya no está mal visto dado que se lleva mucho la homosexualidad y se rivaliza en ser más maricón que un palomo cojo.

Y como se ha instalado, especialmente en nuestro país, la irrespetuosidad, el mal gusto y la blasfemia, pues no es de extrañar que una supuesta poetisa recite -no sé si es el verbo- un padre nuestro en femenino con » mare nostra, sea santificado nuestro coño, la epidural, la comadrona…», con el beneplácito de la alcaldesa de Barcelona, la mugrienta Colau. O el espectáculo en Madrid de unos titiriteros con una monja abortando y ensalzando a Alkaeda y a Eta, y luego va un juez progre y rechaza una querella de la Asociación Víctimas del Terrorismo contra la alcaldesa Carmena, responsable de las marionetas, ser despreciable que apoya a su concejala Rita Maestre que se sacó las tetas en la capilla de la Complutense al grito de «¡arderéis con en el 36!» Y no pasa nada.

El anarquismo de esta caterva de Podemos está siguiendo al pie de la letra el doctrinario marxista-leninista. Pero más pena me dan esos compatriotas nuestros que andan ciegos y desorientados, y que acuden a las urnas a golpe de cencerro. Simone de Beauvoir preconizaba basar el profundo respeto a los demás, pero no se imaginaba que medio siglo después llegarían los desarrapados y resentidos (¿de qué?) con intenciones de pasarnos a cuchillo.

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