Laureano Benítez Grande-Caballero

Las madresnuestras de Zugarramurdi

¿Quién maneja realmente los hilos de Podemos? Una gran parte de su poder está en manos de un colectivo femenino sumamente radikalizado

Las madresnuestras de Zugarramurdi
Laureano Benitez Grande-Caballero. PD

Una cosa hay que reconocer a los podemitas es que, en un mundo donde cada vez hay más especies en vías de extinción, ellos no cesan de aportar a la biocracia española -y mundial- una «dispintinante» colección de nuevos ejemplares, dignos de estudios darwinianos y de investigaciones a cargo de los expedientes X de Quántico (Virginia) -ahora que Mulder y Scully están de vuelta.
Lo más curioso es que algunas de estas nuevas especies ya llevaban tiempo entre nosotros, sin que nos hubiéramos apercibido de su presencia.

No es que sean ectoplasmas precisamente, pero ocurre que es ya tal la variopinta y multicolor fauna podemita que a veces los árboles no dejan ver el bosque, y entre tantos kichis, moneyderos, machosalfa, perroflautas, asaltacapillas, rastafaris, zapatiestas, okupas y otros a veces se hace difícil distinguir a estos ejemplares.

La última cofradía en aparecer ha sido la de las «madresnuestras»: ya estaban ahí desde antes del 15M, pero es ahora cuando han enseñado su patita, aunque mejor sería decir su garra siniestra, de morfología más bien cabruna, hasta el punto de que se la puede calificar como «sugarramurdi». Y no es de extrañar, ya que, antes que el Patio Maravillas, existió la Cueva de Zugarramurdi, que ahora, por aquello de que hay que modernizarse, se ha convertido también en Patio.

De akelarres, ciertamente, pero no por eso desmerece al lado del Maravilloso, pues esta especie -aunque ellas digan de sí mismas que están en los cielos, con genitales y todo- tienen sus madrigueras más activas en la Malasaña, inquina y malababa que, fachas aparte, también abarca a los niños.

Rodeadas por su corte de sátiros y perroflautistas de Pan, lo que caracteriza sobremanera a estas mozallonas es su gran interés por el sexo, concretado en la genitalidad femenina, que han elegido como estandarte estético y reivindicativo, hasta el punto de que han inventado el «genitarte», presentado en Tetuán en rigurosa primicia mundial. Era lógico que de las almejas maestrales se pasara al «Coño-Potens» del Patio Maravillas y al Sexpol epidural, y que desde aquel cuartel de okupas se acabaran organizando excursiones a Zugarramurdi.

La lideresa in pectore -nunca mejor dicho, por aquello de su numerito en la capilla- de la siniestra congregación, su gran Maestre, es Rita «la asaltaora», hierofante de hogueras y almejas.

Otra miembra destacada es Alba López Mendiola, quien exhibe sin pudor -aunque se confiese bollera- una imagen suya en la que lleva al cuello un colgante que representa el órgano sexual masculino.

Otro ejemplar de los más destacados es la famosa Águeda Bañón -activista posporno, creadora de la subespecie de las «meonas»- fundadora del colectivo «girlswholikeporno.com», donde firmaba como «Miss Bragas», cuya filosofía consistía en «un porno que consiga empoderarnos, superar las risitas de instituto, el chiste fácil o el insulto, y se atreva a hablar del sexo y de nuestras sexualidades desde una posición de poder para las que tradicionalmente no lo hemos tenido. Sin olvidar nunca el sentido del humor».

Reivindicando la libertad total, este pornofeminismo se burla de todo, y trata de mostrar el lado más oculto del sexo. Aunque no sé si quedará ya algo oculto después del «genitarte», que, visto cómo se las gasta la cofradía de las «madresnuestras», no parece una creación casual. Y no quiero ser mal pensado, pero ¿qué les sugiere a ustedes eso de «empoderarnos», en un contexto sexual?

También causó mucho revuelo la escena en la que una presunta concejala podemita se asomó a un balcón durante los sanfermines en actitud completamente «dispintinada», y además haciendo con la lengua y con su mano derecha unos ademanes maléficos que remitían directamente a la escuela de Zugarramurdi. Ademanes parecidos, por cierto, exhibía una señorita que dicen que era la Bañón en una imagen de desfogueo casi bollero.

El nombre de «madresnuestras» de esta especie tan salida se debe a la Dolors Miquel, otra del gremio, poeta posporno, que dijo aquello de «madrenuestra que estás en Zugarramurdi»; pero quien descubrió el tinglado al mundo fue la madama Montserrat Galcerán, concejala del Patio Tetuán, la franquicia más aventajada de Zugarramurdi, quien además se trajo del municipio navarro un toque abertzale, pues fue una de las 13 fundadoras en el año 2005 de una marca blanca de la Batasuna ilegalizada, cuya lista fue anulada por el Supremo. Impresionante currículum, sin duda, el de esta podemita, al que hay que añadir que fue catedrática de Filosofía en una vida anterior.

Y no crean que me olvido de la Celia Mayer, otra del clan, la Reina Maga, vestal de solsticios, ninfa de Tetuán, sílfide de los patios maravillosos, que tiene su taller de concejala en el mismo Elm Street, otra sucursal de Zugarramurdi, otro patio de armas tomar.

Estas amazonas de Zugarramurdi cuentan también con la subespecie de las pachamamas, que son como más matronas, y cuya función es «dispintinarse» con las fechorías de sus jóvenes camadas, jaleando sus ocurrencias. En esta cohorte tenemos a egregias figuras como la Carmena, la Oltra, la Colau y la Bescansa, «pachamamá bien» que, de momento -refiriéndonos al bebé amamantado en el Congreso-, es «madresuyo».

Presumen de feminismo estas «madresnuestras», pero resulta chocante que no pongan peros a la violación de monjas, que aunque sean religiosas no por eso dejan de ser mujeres, digo yo. Aunque de momento no tienen verrugas en la nariz, ni pelos en la barbilla, entre sus víctimas predilectas se cuentan los infantes, a los que atacan con sus muñecos diabólicos.

Esto explica que como mascota tengan al famoso «Chucky», el «niño del saco», y que en su santoral tengan a la célebre «Cruella de Vil», degolladora de cachorrillos, ya que todavía no se llevaba lo del aborto libre, otra de las especialidades de estas mozas para aterrorizar angelotes, aunque sean nonatos.

Se miran en sus espejos por las mañanas, y se preguntan si hay alguna más progre y más marchosamente malvadas que ellas, para después ofrecer manzanas envenenadas a sus audiencias y sus poseídos, desplegando por doquier su ejército de súcubos dispuestos a ajustar cuentas con el machismo, con el Vaticano, y contra todo aquello que no les deje comerse las almejas.

Confieso que me la han pegado por un tiempo, pero ahora he descubierto por fin que la Familia Monster no la forman realmente Pablo Heyglesias, Errejón Potter o el Moneydero, sino el clan de las «madresnuestras», porque, como dice la frase, «la mano que mece la cuna rige el mundo». Y eso incluye a Podemos, a Tetuán, a Zugarramurdi… y a parte de España, me temo.

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