Manuel del Rosal García

Cárceles

Cárceles
Manuel del Rosal García. PD

Mi amigo Juan lleva años pasándolo mal. Es debido a la tremenda y estúpida crisis del ladrillo, cuya burbuja, como el globito del cuento de Pirandello, subía y subía queriendo alcanzar la Luna, hasta que, cuando más cerca creía tenerla, explotó.

Mi amigo Juan es un buen hombre que se dejó llevar por la ceguera del dinero fácil o que parece fácil. La burbuja o globo del ladrillo le cegó y cuando quiso darse cuenta estaba arruinado.

Ahora sobrevive del sueldo de su mujer que es funcionaria del ayuntamiento: forma parte del equipo de limpieza de calles. La crisis del ladrillo son tortas y pan mojado comparada con la crisis de honestidad y honradez que invade a España y que alcanza a todas las instituciones y a todas las clases sociales.

Se calcula que serían necesarias miles y miles de nuevas plazas penitenciarias para dar cabida a tanto ladrón, fullero y corrupto como existe en nuestros días en España, que se ha convertido en un patio de Monipodio donde todo se vende, se alquila y se compra; hasta el honor y la honorabilidad por tan solo un 3% o por aparecer en un reality show en pelotas vivas y destilando fluidos.

Mi amigo Juan está de enhorabuena, un antiguo conocido suyo de cuando mi amigo nadaba en las aguas turbulentas del ladrillo, le ha llamado. El gobierno se está planteando construir 17 nuevas cárceles, una en cada comunidad autónoma con capacidad cada una para unos mil reclusos.

En la recamara, el gobierno va a dejar la posibilidad de, en algunas comunidades -aquellas donde se roba y se corrompe más -, construir más de una debido al excesivo y llamativo número de corruptos que ya han sido juzgados y que lo serán si Dios no lo remedia, que no lo va a remediar.

Este amigo de mi amigo que le ha llamado ha sido designado para coordinar la concesión de la construcción de cinco de las 17 nuevas cárceles con un presupuesto de alrededor de 200 millones de euros. He de aclarar que mi amigo Juan es arquitecto y constructor, aunque lleva años sin ningún proyecto, mucho menos construyendo. Su amigo el de las cárceles ni tiene título académico ni oficio reconocible y aunque se llama Enrique, se le conoce como el conseguidor.

– Tú solo tiene que presentar el proyecto y su presupuesto, un presupuesto que, naturalmente, al finalizar las obras será alterado al alza en un 20%.
– Pero vamos a ver Enrique, las cárceles son para encerrar a delincuentes fundamentalmente relacionados con la política y con la concesión de obras.
– Efectivamente.
– Y me estás pidiendo que nosotros hagamos lo mismo que lo que han hecho los que van a ser encerrados en ellas.
– Juan, tú has sido desde siempre un ingenuo y un honrado. Posiblemente creas que la corrupción va a terminar con la llegada de estos populistas con vitola de impolutos e inmaculados. Pero no ves Juan que lo primero que han hecho estos adalides de la honestidad es colocar en los ayuntamientos donde gobiernan a sus familiares por vía directa o indirecta, a sus parejas y a sus amantes sin el mínimo rubor. Juan espabila.

El honor es una palabra arcaica que la última vez que se usó y el último tiempo en que tuvo vigencia fue cuando el Alcalde de Zalamea que dijo aquello de: «El honor es patrimonio del alma y el alma solo es de Dios». Fíjate como será la cosa que la RAE se está planteando eliminarla del diccionario por el escaso o nulo uso que de ella se hace.

Además, la condición del ser humano es la que es. Ya sabes la frase de Mark Twain: «El hombre es la criatura que Dios hizo al final de una semana de trabajo, cuando ya estaba cansado» Y en cuanto a la política, ya deberías saber cómo funciona esta. Ronald Reegan que fue, además de actor, presidente de EEUU, al poco tiempo de estar en el cargo dijo: «Dicen que la política es la segunda profesión más antigua del mundo.

Me estoy dando cuenta de que cada vez se parece más a la primera». Juan, te estoy ofreciendo la oportunidad de salir del agujero en el que estás metido. Si no lo haces tú, otro lo hará.

– Me estás diciendo que la corrupción no terminará.
– Te estoy diciendo que el hombre es como es y la política se desarrolla como se desarrolla y que, cuando ambos, el hombre y la política se unen, el resultado es el que ya conocemos.
– Pero no todos los hombres son iguales, ni todos los políticos tampoco.
– Por supuesto, pero no olvides que una manzana podrida pudre todas las manzanas de la cesta.
– Entonces el tan cacareado «progreso» y «reformismo».
– Juan, déjalo; no tienes remedio.

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