Laureano Benítez Grande-Caballero

¡Es la Semana santa, estúpidos!

La mafia podemita que desgobierna Madrid llama a la Semana Santa «Semana de festividades», en otro ataque a los católicos madrileños

¡Es la Semana santa, estúpidos!
Laureano Benitez Grande-Caballero. PD

No paran, no descansan. Y eso que estábamos ya advertidos, visto el enfermizo virus laicista que les produce su atávico ateísmo: no contentos con cambiar el nombre de nuestras calles, ahora resulta que también van a cambiar el nombre de nuestras celebraciones.

La Semana Santa ha sido bautizada -eufemismo de «insultada»- con el epatante nombre de «Semana de Festividades». Esto a mí me suena parecido al horror de aquello que se inventó la cobardía de los anglosajones para evitar nombrar la palabra Navidad, que pasó a llamarse «Season Greetings», ya que también la «Semana Santa» es «Season» a tope. Lo que sucede es que a Carmena y sus secuaces les tira más el chino que el inglés.

¿Qué entenderá la Carmena por «festividades»? ¿Cuántas habrá? Para mí que Semanas Santas no hay más que una, y no es precisamente una fiesta, a no ser que también se nos cuelen en ella los dragones chinos, las pachamamas de los altiplanos andinos -en bolas chinas, para que rimen con Chinatown y la Maestre- y algún que otro «obiguankenobi». Y menos mal que nuestros Cristos y Vírgenes ya tienen quien les vista, porque de lo contrario acabarían disfrazados de cortinas de baño marca Merlín. También hay que agradecer a esta maligna tribu que, al menos, hayan respetado el nombre de «Semana», pues la Celia de los palotes podía haber sustituido ese nombre por «Días», «Jornadas», etc.

Pues si son «Festividades», ya podían felicitarnos por ellas, con lo cual todo acabaría en un simple «Felices Fiestas», y así, de paso, podrían reciclar los adornos navideños, ahorrando unos eurillos que después podríamos invertir en la celebración del Ramadán.

Pero no será fácil que la Celia Goldwyn Mayer nos felicite a los católicos, ya que toda festividad supone jolgorio y francachela, cosas que hay que felicitar al personal, faltaría más. A mí, por ejemplo, la tribu de AhoraMadrid no me felicitó las pasadas Navidades poniendo en las farolas del Madrid céntrico carteles que dijeran «Feliz Navidad». Los chinos han tenido más suerte, como la tendrán los gays en la apoteosis «homo» que nos espera, con su bandera de colorines ondeando en lo más alto del Ayuntamiento. Ya me gustaría a mí ver en la fachada municipal una imagen enorme del Jesús del Gran Poder y la Macarena, pero toco madera, y de momento me conformo con que no nos coloquen allí el coño insumiso patentado por el genitarte de los aquelarres feministas.

También los musulmanes recibirán una palmadita en la espalda por el consistorio de los ahoramadriles, que les felicitarán a costa de nuestros impuestos con eso de «Feliz Ramadán». Sin embargo, la enorme mayoría de católicos madrileños nos quedaremos a dos velas, y, a pesar de que somos quienes pagamos los cartelitos de la multikulturalidad agobiante que nos asedia, nadie nos dirá «Feliz Semana Santa».

Y es que, en el fondo, estos asaltacapillas y quemacatólicos tienen razón, porque la Cuaresma no se concibió para ser un tiempo «feliz», adecuado para comilonas, regalos y saraos, sino más bien para ejercitarnos en el ayuno y la abstinencia, pero al menos me podrían felicitar diciéndome algo así como «Santa Semana Santa», o, para decirlo en plan Carmenada: «Semana de Semanas Santas». Y confieso que, aunque no sea del todo ortodoxo, me molaría mucho un enorme cartelón en la fachada municipal que dijera eso de «Festividades Welcome».

Así que si algún madrileño todavía no se había enterado, y pasaba silbando ante el antro maléfico de nuestro Ayuntamiento, aquí tiene otra prueba de que el único programa de gobierno de esta chusma luciferina consiste en echar católicos a los leones en cuanto nos descuidemos. ¿Acaso han hecho otra cosa desde que llegaron al poder?

Para eso crearon Podemos los poderes globalistas de la plutocracia mundial, ¿Realmente alguien cree que un mundo globalizado donde los mercados manejan el mundo con sus «Títeres desde arriba», en un país donde los poderes mediáticos nos colocaron a estos zarrapastrosos en las poltronas, es posible emprender la más mínima acción de gobierno que no esté dictada por la oligarquía mundial?
Todos los partidos, sometidos al tiránico poder de los globalistas y ocultistas, hacen y harán lo mismo en el poder, y desde este punto de vista cabe preguntarse por qué han encumbrado tan descaradamente a esta turba luciferina, si, total, da igual uno que otro; si esta gentuza es casta a tope, corrupta como la que más, practicante del más descarado nepotismo, solo que, en comparación con la casta más «clásica», son de una ineptitud escandalosa.

Nos venden el «cambio», pero desde que accedieron al poder, lo único que han hecho ha sido perseguir el catolicismo con sus blasfemias y provocaciones, lo cual encaja a la perfección con el plan diabólico de los poderes de las tinieblas de finiquitar los bastiones de la civilización greco-romana, en especial el catolicismo, socavando con sus malignos zapadores paniaguados los valores de nuestra cultura y nuestra Historia, programando la disolución de España al igual que tienen en jaque a Grecia y luego harán con Italia. Y para esta tarea crearon a Podemos. Estamos en la «primavera mediterránea», señores, financiada y organizada por «Nerón» Soros.

Igual el día menos pensado les da por incendiar Madrid para luego echar la culpa a los cristianos. Pero yo, que en el fondo soy un insumiso sevillano, ya me estoy pensando seriamente la posibilidad de convocarme una procesión escracheada frente al perverso Ayuntamiento, bajo el título de «Procesión del Cristo y la Virgen insumisos», con un cartel que diga «¡Es la Semana Santa, estúpidos!», en la cual me daría el gustazo de pasarles por sus hocicos lobunos unos cartelones con mi Jesús del Gran Poder y mi Esperanza de Triana. Eso sí, iría bien provisto de ajos y de estacas por si la mafia del inframundo podemita asomara sus pezuñas, y con un buen botafumeiro cargado de incienso para espantar el pestilente olor sulfuroso que atufa desde el tártaro podemita.

Por supuesto, están invitados.

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