MANUEL MARÍN

Sánchez virará hacia el extremismo de Podemos para intentar lo que no logró con C’s

Sánchez virará hacia el extremismo de Podemos para intentar lo que no logró con C's
Manuel Marín.

Las primarias encubiertas a las que Pedro Sánchez ha sometido a su militancia poco tienen que ver con la reafirmación de su acuerdo con Ciudadanos. Sin las abstenciones de Podemos o del PP, esa alianza es papel mojado ante la investidura. Sin embargo, es muy útil en la confirmación de su liderazgo al frente del PSOE, aunque hayan votado apenas la mitad de los militantes. La primera conclusión aparente de su consulta-farsa para avalar «acuerdos», sí, en plural, de los que solo Sánchez tiene constancia, es que si hay nuevas elecciones Sánchez habrá bloqueado el margen de maniobra de sus barones regionales y será cabeza de cartel socialista.

Cuando esta semana haya fracasado su primer intento de ser investido porque no haya funcionado el chantaje emocional sobre Pablo Iglesias -nada en España es progresista o de izquierdas sin Sánchez-, Sánchez volverá a virar hacia el extremismo populista de Podemos para intentar lo que no logró con Ciudadanos. Pero esta vez ya sin consulta a su militancia… porque ya ha avalado cualquier proyecto de gobernabilidad que vaya a poner en marcha. Bajo la virtualidad de conceder un raquítico« sí» centris ta aRi vera, demostrativo de una social democracia moderada y moderna, Sánchez ha legitimado de facto una próxima negociación alternativa con Podemos ungida por la urgencia de los plazos, el recurrente «sentido de responsabilidad», y las pulsiones del «last call» con el independentismo como testigo mudo, pero necesario, del cordón sanitario. «Lo he intentado todo… pero soy yo o el caos». Y el PSOE no tendría más opción que provocar un trágala que Pablo Iglesias está dispuesto a aceptar.

A izquierda o derecha, nada es factible sin el PSOE. Incluida la repetición de los comicios. No obstante, en este largo proceso de reconstrucción de la imagen de Sánchez como un estadista capaz de resolver la crisis política e institucional más severa desde el 23-F de 1981, el PSOE continúa sin resolver su contradicción más flagrante. Si lo más democrático ha sido preguntar a las bases por acuerdos etéreos e inconcretos -es de suponer que la letra pequeña sirve para Ciudadanos y, subsidiariamente, para Podemos-, ¿por qué no lo es también consultar a la militancia sobre esa «gran coalición» con PP y Ciudadanos, de cuya conveniencia el primero en advertir fue precisamente un socialista como Felipe González? ¿Y por qué sería legítima y eficaz una gran coalición de facto en la que gobernase Sánchez con los avales aritméticos del PP, y no lo sería la misma fórmula, pero con Rajoy como presidente? En cierto modo, Sánchez ha encogido la figura de Rivera y la percepción de fiabilidad de Ciudadanos a la inmensa facción de su electorado proveniente de la derecha.

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Autor

Luis Balcarce

De 2007 a 2021 fue Jefe de Redacción de Periodista Digital, uno de los diez digitales más leídos de España.

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