Titula Fernado Savater su columna este 14 de marzo de 2016 en ‘El País‘ con la frase ‘La ciudadanía amenazada‘ y explica en ella que para los nacionalismos separatistas, el ‘derecho a decidir’ pertenece a los territorios, no a los individuos:
- El ideal de una ciudadanía europea plenamente efectiva es casi tan antiguo como la propia UE, aunque su progreso no ha sido rápido ni fácil.
- El fracaso del referéndum sobre la Constitución Europea frenó el mayor y mejor desarrollo de esa ciudadanía, no sólo innovadora, sino de aspiraciones razonablemente revolucionarias, aunque el Tratado de Lisboa trató de salvar lo más posible del naufragio.
- No es difícil comprender los recelos con que tanto los Gobiernos nacionales como los propios ciudadanos de cada uno de los Estados miembros acogen este proyecto posnacional.
- Desterritorializar la ciudadanía, hacerla depender de una misma ley y no de un mismo lugar de origen, basarla en derechos y deberes cara al futuro y no en la comunidad genealógica que nos ancla en el pasado, va en contra de la visión elemental del asunto.
- La ciudadanía queda así vinculada a lo universal y no a tradiciones locales, por tanto está abierta a todos sea cual fuere su origen. Hasta ahora, lo que caracterizaba a españoles, franceses o alemanes eran sus «raíces», la «cepa» (de «pura cepa», de «souche»), metáforas agrícolas basadas en la semilla que germina allí donde fue sembrada y no en otro lugar.
- Pero los humanos, como bien dice George Steiner, no tenemos raíces sino piernas para ir de un lado a otro a donde nos convenga. El proyecto europeo, como en su día la propia democracia, nace del desarraigo: no hay europeos de pura cepa, sino de leyes compartidas.
- No olvidemos que un enfrentamiento español sirvió de ensayo a una tragedia europea
- De ahí el peligro de los movimientos separatistas disgregadores de los Estados que hoy apuntan en Europa y muy particularmente en España. El nacionalismo separatista en Cataluña o el País Vasco pretende convertir la diversidad cultural en fragmentación política. El derecho a decidir que define a la ciudadanía democrática pertenece, según ellos, a los territorios, no a los individuos.
- Los ciudadanos no lo son del Estado más que parcialmente: cada cual ve restringida su soberanía por determinaciones predemocráticas e incluso prepolíticas, como son la etnia, la genealogía, la lengua o la geografía. Algunos territorios piden un referéndum para determinar si siguen o no en el Estado, pero en el que sólo votarían quienes ellos determinasen previamente que son «catalanes» o «vascos»: o sea que habría que aceptar de antemano lo que se pretende determinar con la consulta.
- En la España franquista, el castellano era la única lengua española en la que se podía educar a los niños o relacionarse con la Administración; hoy vivimos en el único país de la CE donde la lengua oficial común no puede ser elegida para tales usos en algunas zonas del Estado. Etcétera…
- Hoy los separatistas en España pretenden apoyarse en los partidos populistas y en la indignación provocada por la crisis, el despilfarro y la corrupción. El resto de Europa se desinteresa de estos conflictos llamados internos.
- Pero la reivindicación disgregadora apunta en otros países y se reforzará si triunfa en el nuestro. No olvidemos que ya el siglo pasado un enfrentamiento español sirvió de ensayo general a una tragedia europea…