El artículo de Alfonso Rojo se titula ‘Los pecados de los pendejos’ y aparece en La Razón este 27 de marzo de 2016 (Arturo Pérez-Reverte: «Los yihadistas deben de estar acojonados por las florecitas, las velitas y nuestro enérgico ‘todos somos Bruselas'»).
En contra de la corriente general, sostiene el director de Periodista Digital que si de algo ha pecado Europa, a la hora de integrar a minorías como la musulmana, ha sido de estupidez:
- Los policías belgas oscilan entre la indolencia y la flacidez, las autoridades comunitarias son negligentes y bastantes políticos, encabezados por los de Podemos, son unos bocazas irresponsables, pero no somos los que han fallado.
- Si de algo se nos puede acusar y con razón, es de pendejos. No hemos patinado en la integración: han sido los musulmanes (La extrema española izquierda sostiene en Twitter que nos merecemos atentados como los de Bruselas).
- Todos estos expertos que han surgido como hongos al calor de los bombazos de Bruselas y pontifican en tertulias de radio y televisión coinciden en que el problema estriba en los elevados índices de paro, la marginación y la falta de horizonte vital entre los hijos y nietos de los inmigrantes islamicos llegados a Europa en las últimas cinco décadas (La «impune y brutal» policía de Escolar interrogó sólo una hora al sanguinario y «cansado» Abdeslam ).
- ¿No hay un desempleo juvenil brutal entre ese millón de rumanos que reside en España? ¿Andan poniendo bombas los cientos de miles de ecuatorianos que quedaron a la intemperie cuando estalló aquí la crisis económica? ¿Han escuchado alguna vez que un gallego, un extremeño o un andaluz, descendiente de las legiones que migraron a Europa hace medio siglo, se dedique a matar inocentes porque ha fracasado en los estudios, tiene complejos o se siente no querido? ¿Lo hacen los vástagos de los búlgaros, los polacos o los ucranianos?
- Europa se ha gastado fortunas en integrar a las minorías. Hace mucho que en esta parte del mundo es pecado mortal el menor atisbo de racismo o segregación.
- Los que han asesinado en nombre de Alá en Bélgica, como antes los que mataron en París, Londres o Madrid, fueron gratuitamente a la escuela pública. Nacieron y fueron cuidados sin pagar un chavo en hospitales financiados por el contribuyente, disfrutaron de la Seguridad Social y cuando tuvieron problemas con la ley, porque les daba por robar, contaron con la protección de la ley, incluido el abogado de oficio (Ignacio Camacho sobre los atentados de Bruselas: «Esta es la sociedad que mejor llora por las víctimas que no defiende»).
- Ya está bien de estereotipos, análisis de pacotilla y mantras progres.
- ¿No les llama la atención que la pista inicial para identificar a los criminales del aeropuerto no viniera de sus vecinos del barrio o de los fieles que compartían mezquita con ellos sino del taxista que les llevó al lugar del crimen?
- ¿No les estremece enterarse de que Abdeslam, el octavo facineroso de Bataclan, residiera cuatro meses junto a la casa de sus padres sin que nadie osara hacer una llamada anónima a la comisaría?
- ¿O que durante los cuatro días que transcurrieron desde su detención hasta la masacre sólo le interrogaran una hora, porque ‘parecía cansado’?
- Esos son nuestros pecados y en ellos llevamos la penitencia (Las cuatro ocasiones en las que Podemos quedó retratado en Bruselas tras no condenar a ISIS).