Manuel del Rosal García

Carta abierta al Señor Arturo Pérez-Reverte

Carta abierta al Señor Arturo Pérez-Reverte
Manuel del Rosal García. PD

En un viaje que realicé hace años por el noroeste de España, en un pueblo cuyo nombre no recuerdo y en un palacete que levantó un indiano, en el escudo frontal de la fachada el indiano mandó grabar la siguiente leyenda: «NO HACER DAÑO».

Esa frase se me ha quedado grabada en mi mente por lo sabía, generosa y caritativa. Yo alargo la frase y digo «No hacer daño, sobre todo de forma innecesaria».

Usted Sr. Pérez-Reverte ha hecho daño, y lo ha hecho de forma innecesaria. Su frase ha sido una frase desafortunada al igual que otras frases suyas han sido afortunadas. Usted ha dicho:

«Excepto niños y perros, no hay víctimas inocentes. Las hay casuales, ignorantes, irresponsables o desinformadas. Pero ya nadie es inocente».

Según usted Jennifer García Scintu la mujer española de 29 años que ha encontrado la muerte en el aeropuerto de Zaventem cuando esperaba volar a Nueva York junto a su marido, no es inocente, como tampoco lo son – según usted – los demás muertos y todos los heridos. Y no lo son porque para usted son muertos casuales, ignorantes, irresponsable o desinformados.

Me imagino que si usted se encuentra un día en un aeropuerto y – ¡Dios no lo permita, esto no se le puede desear a nadie! – sucede algo parecido a lo de Zaventem, usted no se considerará inocente, sino desinformado, casual, irresponsable o ignorante.

Todos debemos ser prudentes con nuestras palabras. Las palabras – usted lo sabe muy bien, pues es académico de la lengua – pueden ser un bálsamo para las personas o un dardo envenenado.

Todos debemos ser prudentes, pero usted más que los demás porque usted, además de ser un personaje público, es escritor de éxito y periodista, y conoce perfectamente el bien o el mal que pueden causar las palabras. En esta ocasión usted se ha columpiado con la frasecita de marras y ha ofendido a las víctimas y a sus familiares.

Nadie puede arrogarse la posesión de la verdad y usted, a veces, da a entender que sus palabras son un punto y final, ni siquiera un punto y aparte. Se expresa – al menos en esta frase sobre las víctimas – de tal forma que no deja salida a nada más que no sean sus propias palabras: «Pero ya nadie es inocente».

Pues mire usted señor Pérez – Reverte, si son inocentes todas las víctimas de esta locura asesina; los que no son inocentes son los asesinos que matan con premeditación y alevosía, la policía que no cumple escrupulosamente con su deber, lo políticos que por cobardía o ineptitud no toman las medidas necesarias e incluso, solapadamente, apoyan a los asesinos y los ciudadanos que gastan sus energías en llorar como plañideras, poner velitas, twitear y decir sandeces en las redes sociales.

Mire usted, la libertad conlleva riesgos incluso para los informados y responsables, pero sabiendo eso no podemos vivir en una paz que sería la paz de los cementerios, en una paz que conlleve la sumisión; debemos vivir en libertad aún con el riesgo de morir siendo inocentes como los niños y los perros.

Atentamente.

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