Isabel San Sebastián

«El espectáculo de nuestros políticos adquiere por momentos tintes de burla»

"El espectáculo de nuestros políticos adquiere por momentos tintes de burla"
Isabel San Sebastián. PD

Isabel San Sebastián considera que el espectáculo que están dando los partidos alcanza el tono de burla al ciudadano:

Los españoles esperamos desde el 21 de diciembre pasado a Godot, que ni llega ni adquiere una identidad definida, mientras nuestros representantes políticos se atrincheran en sus frentes, poniendo a prueba nuestra paciencia hasta más allá de lo razonable. Todos quieren ser decisivos; en eso coinciden. Pero cada cual persigue ese empeño a su manera, incompatible con la del vecino, en un espectáculo que por momentos adquiere tintes de burla.

Aclara que:

Pedro Sánchez busca ser la cabeza de un Frente Popular «blando», integrado por socialistas, podemitas y alguna comparsa de Ciudadanos en calidad de elemento moderador del proyecto. En otras palabras; blanquear con alguna presencia naranja ese gobierno de izquierda y solo izquierda, incluida la que se sitúa en el extremo, que reconoce como su favorito. Empezó aceptando en gran medida las condiciones de Rivera porque necesitaba ganar tiempo para salvar el cuello en su propio partido, objetivo alcanzado, pero ahora busca el abrazo de Pablo Iglesias, único capaz de llevarle hasta La Moncloa. Dice ser un hombre de palabra y se compromete a honrar a cualquier precio el pacto suscrito con la formación de centro, lo que a día de hoy está por ver. Porque lo visto hasta ahora es que su apetito de poder supera con creces la firmeza de sus principios. Es decir; que si el precio a pagar por alcanzar la Presidencia es trocar ese «frente blando» por un Frente Popular a secas, como el que ansía Pablo Iglesias, es probable que acepte el cambio siguiendo el modelo marxista, en este caso de Groucho.

El líder de los morados está en el frentismo duro desde el minuto uno de esta interminable partida, si bien es incuestionable que ha ido bajando los humos. Empezó exigiendo un referéndum de autodeterminación en Cataluña, la Vicepresidencia, cuatro ministerios, los servicios de Inteligencia además de una policía especial y varios jueces afectos a su persona, a disposición del régimen, para terminar aviniéndose a sentarse a negociar con Rivera. Anuncia, magnánimo, que aceptaría la abstención de Ciudadanos e incluso quedarse en la sombra, eso sí, designando a un títere para ocupar su lugar a la derecha de Sánchez (o en este caso a la izquierda). Sabe, y así se lo ha transmitido al candidato del PSOE, que los separatistas catalanes y vascos estarían encantados de facilitar, por activa o por pasiva, la constitución de un Ejecutivo no solo débil, sino de convicciones patrióticas tan endebles como cambiantes. O sea, que no serían un obstáculo a las pretensiones de ambos. Todo su empeño ahora es torpedear el acuerdo que liga a Sánchez con Rivera o conseguir que este último se haga el harakiri anunciando su anuencia a cualquier fórmula que incluya la presencia de Podemos.

Explica que:

Y es que la apuesta del partido naranja ha sido, es y seguirá siendo, o eso dicen sus representantes, la de un frente común constituido por fuerzas constitucionalistas. A saber: PP, PSOE y Ciudadanos. Un frente común agrupado en torno a un programa de reformas destinadas a salvaguardar la unidad indisoluble de la Nación española, las libertades de que disfrutamos y la economía de mercado, base del verdadero progreso, limpiando de corrupción nuestros organismos públicos e instituciones. Un frente común del que no pueden formar parte ni los independentistas ni los populistas, por razones obvias en ambos casos.

Y sentencia:

En cuanto a Mariano Rajoy, su frente es consigo mismo y los pretorianos de su guardia, jugándose el destino de todos a la carta de las elecciones. Es más; Mariano Rajoy es Godot. Él ni está ni se le espera.

La historia del paseo no es un prurito deontológico. Es una manera de contribuir a evidenciar, en este caso, el obsceno ir y venir de un líder entre dos partidos radicalmente incompatibles; que argumenta impávido que un proyecto puede unirles, cuando el único sentido de su maniobra es su acérrima voluntad de poder. Basta ir al cabo de la calle para verlo.

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Autor

Juan Velarde

Delegado de la filial de Periodista Digital en el Archipiélago, Canarias8. Actualmente es redactor en Madrid en Periodista Digital.

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