Ignacio Camacho

«Las máquinas de tabaco en huelga parecen la última expresión de la lucha de clases en el poscapitalismo»

"Las máquinas de tabaco en huelga parecen la última expresión de la lucha de clases en el poscapitalismo"
Ignacio Camacho. PD

Ignacio Camacho, en ABC, habla sobre esta peculiar huelga de máquinas expendedoras de tabaco:

Del fondo vocinglero y febril de los bares de España, con su azacaneo mañanero de obreros y oficinistas, con su trajín cotidiano de cafés con leche, porras frías, carajillos y cáscaras de gambas congeladas, emerge estos días la protesta silenciosa de una huelga sin esquiroles, piquetes ni pancartas. Una huelga de máquinas de tabaco, apagadas y arrumbadas en sus polvorientos rincones como el arpa becqueriana, para alegría de los neumólogos y desconsuelo de la ansiedad urgente y solitaria de los fumadores desaviados. Un conflicto burocrático de impuestos y convenios reguladores que enfrenta al omnipresente Estado fiscal con ese ejército mecánico que suministra la logística de alivio al desasosiego vital del español cabreado. El español que tose y calla, como decía Umbral, condenado a quemar en la puta calle el humo de sus ansiedades y sus contratiempos; el español que se suicida en el efímero placer escapista del cigarrillo y ahora se desespera también, repentinamente desprovisto de auxilio para sus desazones, cuando no encuentra a tiempo o a mano un estanco. Ese yonqui de su propia autodestrucción que arroja la colilla como quien se despide de una tregua de la vida antes de volver a la rutina pesarosa de los problemas y del trabajo.

Subraya que:

Las máquinas en huelga parecen la última expresión de la lucha de clases en el poscapitalismo, la antiutopía predicha por Arthur Clarke en sus visionarias novelas de ordenadores descontrolados. Pero las expendedoras automáticas no se han rebelado, como aquel HAL de «2001», ante la ausencia de un estatuto laboral que regule su estajanovista jornada de samaritanas insomnes; son sus dueños, empresarios del sector del vending, los que han decretado el apagón contra las ordenanzas de un Gobierno que con una mano persigue el vicio y con la otra le cobra impuestos para enjugar el déficit.

Se trata de un cierre patronal, sin manifestaciones callejeras, sin altavoces sindicales y sin eco mediático, en una industria ya de por sí controvertida cuya actividad viola el gran tabú sanitario contemporáneo. Una reivindicación encapsulada en la muda frustración de los fumetas del último minuto, de los adictos irreductibles, los de la dosis a deshora y a trasmano. Los que buscan en el pitillo que los mata a plazos el ficticio consuelo de sus afanes desamparados, los que encuentran en el bar de la esquina el rompeolas de una existencia de alicientes baldíos.

Y sentencia:

Si una máquina parada tiene siempre algo de mueble inútil, de trasto improductivo, de juguete roto, de chisme arrinconado, las de tabaco emiten ante sus fallidos clientes el halo inerte de un fracaso, de un desencuentro de vacíos, de un desengaño de anhelos solitarios. El de toda esa gente zarandeada y perdedora a la que tal vez nadie dé nunca las gracias salvo la voz femenina, metálica y anónima, que la despide tras recoger la cajetilla con el espinazo doblado.

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Autor

Juan Velarde

Delegado de la filial de Periodista Digital en el Archipiélago, Canarias8. Actualmente es redactor en Madrid en Periodista Digital.

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