La Marea de Pérez Henares

Al PP no le escampa

El PP sigue con el nublo encima y un día les toca algarazo, al otro tormentón y el que parecía mas tranquilo les descarga pedrisco. Así, desde luego, es más que difícil lucir algo de lo bueno que hayan podido hacer, que lo han hecho desde luego en lo que a economía se refiere. Pero la corrupción les trae mártires.

El antepenúltimo caído ha sido pieza de caza mayor, el presidente del partido en Canarias y ministro Soria. Todo por un papel, por unos papeles caducados aparecidos en Panamá pero en cuyo ovillo se fue enredando hasta que ya no tuvo otra salida que irse a casa, dejar ministerio, cargos orgánicos y la política al completo a la que se dedicaba desde el año 1995. Antes era empresario y de ahí le vienen los disgustos.

En realidad José Manuel Soria se ha perdido a si mismo. Su aparición en los papeles de Panama era irrelevante, efímera, había figurado tan solo durante un mes y medio, caducada (1992) y previa a su primera aparición política. Han sido sus ocultaciones y mentiras lo que le han condenado.

La primera no decir de partida que la sociedad británica, esa famosa U.K. Line (Por United Kingdon. Reino Unido) no era tan solo una consignataria de su comercio de frutas y hortalizas sino que su familia era propietaria y accionista de la misma. Lo que era absolutamente legítimo y no tenía tacha alguna. Si por algo son reconocidos los ingleses es por su seriedad en las finanzas y su seguridad jurídica. Es más era más que normal dada la relación de siempre entre Canarias e Inglaterra en sus negocios y viajes marítimos. La mentira de Soria fue evidente cuando se descubrió su firma como secretario de la sociedad. Pero aún así y todo era antes de su entrada en política.

Pero la mentira tuvo las patas muy cortas y dio pistas de nuevas aranas. Descubierta la primera salieron en ristra las demás y se llegó a la definitiva. Lo que ocultaba Soria es que aquella empresa había tenido continuidad en otra, radicada en Jersey, y eso ya era otra cosa. No era Inglaterra. Era un paraíso fiscal. Y lo peor, los Soria, que tenían un 20% de ella, habían seguido operando hasta 2002 en que la liquidaron. Pero ya entonces José Manuel era alcalde de Las Palmas.

Al principio, por lo de la inscripción en Panamá, no había en realidad acusación ninguna, ni delito de que acusar tampoco, ni judicialmente parece que vaya a tener recorrido alguno, y las explicaciones de Soria y su decisión de dar carta blanca a que se investigara todo lo que fuera convencieron a su partido y a sus compañeros que le arroparon sin fisuras creyéndose a pie juntillas sus palabras.

Al irse destapando lo que ocultaba, particularmente con la exhibición del documento de Jersey, ese apoyo se convirtió en profundo enfado pues, con razón, se sintieron estafados y manipulados. Rajoy, el jueves por la tarde, enseñó la puerta de salida. Y de buena mañana el viernes el ministro hizo lo mas sensato y contundente. Dimitir de todo cargo y abandonar la política. Lo mejor para el y su partido. Y ahora incluso puede explicar lo que ha pasado. Pedir perdón por sus errores y sus mentiras, o sus no verdades, como quiera, sobre todo a aquellos que dieron la cara por él, sería el colofón mas adecuado del episodio. Lo otro, lo sucedido no tiene mucho más recorrido. Pedir responsabilidad a Rajoy por algo sucedido y dormido desde hace tantos años y que nada tiene que ver con su Gobierno ni con la acción de Soria en el es parte del manual de opositor y de las formas de Sánchez.

Rajoy tiene otras. Le ha faltado diligencia, contundencia y ejemplaridad en las decisiones contra la corrupción. Esa es su gran tacha. Por omisión, mayormente. Y eso lo que ahora le amarga la vida. Porque lo de Soria se une al lodazal valenciano y ahora al pifostio granadino donde el alcalde encastillado, Pérez Hurtado se niega a dimitir. Algo que resulta, en cuanto se detallen las imputaciones, irremediable. Tanto en su caso como en el de la concejal de Urbanismo a la que ha amparado. Eso es lo decente y el único camino.

Dicho lo cual, y como premisa, es también hora de poner pie en pared a algunos espectáculos que se montan para mayor gloria de los share televisivos y que no solo no aportan nada sino que resultan repulsivos, mas propios del Fart West que de Estados de Derecho y lo que es peor: pueden estar violando derechos fundamentales y acabar por suponer la nulidad de los procesos. Lo sucedido en Granada es en este sentido, y a pesar de que se ponga sordina, muy grave. La Fiscalía hacia publica una nota oficial de una gravedad extraordinaria. En ella señalaba que “Las detenciones se practicaron a iniciativa de la fuerza policial, no habiendo sido ordenadas por la autoridad judicial, aunque si fueron comunicadas previamente a la misma”. Pero no había “orden judicial” ni para detener al alcalde ni para registrar su domicilio. Y ello puede anular todo el proceso, contaminar toda prueba obtenida amen de resultar en si mismo algo que es intolerable: la vulneración de los derechos fundamentales de las personas. Algo por lo que han de depurarse responsabilidades y que debe hacer recapacitar seriamente sobre algunos excesos y parafernalias añadidas perfectamente prescindibles. Porque si la carencia de una orden judicial por escrito se confirma ( y es la propia fiscalía quien dice no conocerla y era preceptivo que lo supiera) aquí hay un problema muy, muy serio y una actuación que claramente viola derechos esenciales.

Lo que no significa que el señor alcalde haya de seguir en la alcaldía. Está ya tardando en irse. En realidad ya en las últimas elecciones forzó el presentarse contra la opinión de los dirigentes autonómicos del partido. Quizás en el espacio que va desde que escribo hasta que ustedes lo lean esto ya se habrá producido. Pero Rajoy sabe que no escampará con ello. Que al PP no le escampa.

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA
Autor

Antonio Pérez Henares

Ejerce el periodismo desde los 18 años, cuando se incorporó al diario Pueblo. Ha trabajado después en publicaciones como Mundo Obrero, Tiempo, El Globo o medios radiofónicos como la cadena SER. En 1989 entró al equipo directivo del semanario Tribuna, del que fue director entre 1996 y 1999. De 2000 a 2007 coordinó las ediciones especiales del diario La Razón, de donde pasó al grupo Negocio, que dirigió hasta enero de 2012. Tras ello pasó a ocupar el puesto de director de publicaciones de PROMECAL, editora de más de una docena de periódicos autonómicos de Castilla y León y Castilla-La Mancha.

Lo más leído