Víctor Entrialgo de Castro

Novelas de infantería sin caballeros

Novelas de infantería sin caballeros
Víctor Entrialgo de Castro, abogado y escritor. PD

Por aclamación. Los cargos politicos debieran elegirse por aclamación. ¡Qué carajo es esto de postularse, de proponerse uno mismo para diputao, concejal, obispo, rector o Presidente de la nación!

Los representantes debieran así ser aclamados más que elegidos por grandes mayorias de electores de cada distrito electoral que no dejaran lugar alguno a la duda de a quienes quieren en el pueblo o en la ciudad otorgar su representatividad y quienes encarnan los valores, principios y aptitudes de una idoneidad siempre revocable a lo largo del mandato caso de descrédito o desengaño.

Cargos en principio obligatorios con la posibilidad de excusarse por razones personales o profesionales y no como ahora, donde la gente que justamente no tiene otras soluciones personales o profesionales se postula, se proponen ellos mismos por mediación de una organización interesada para que el pueblo se limite a refrendar, a decir en papel un amén electoral, obligados a comprar el plato precocinado de una organización creada por unos líderes, las excepciones se salvan solas, bien para trincar o bien para hacerse covachuelista del poder o del erario público.

Lo que tenemos hoy son novelas de infanterias sin caballeros.

Pues ni Pablenin de Caracas, ni Sanchez el Confluente, ni Albert I de Cataluña y IV de España, ni Puigdgemont I de Cataluña y antes de Andorra y Lienchestin son igual de intrépidos, valientes y a la vez prudentes, más bien están a años luz, de Adolfo Suarez, Felipe Gonzalez o Santiago Carrillo, como ha quedado patente durante estos cuatro meses.

De esta serie interminable de «novelas de infanterias sin apenas caballeros» que tenemos que soportar nos ha venido a salvar estos dias el novelista mejicano Fernando del Paso, Premio Cervantes, con su egregio trabajo, su amor y su reivindicación de España y su corbata. Un caballero.

Pero Pablenin de Caracas o Sanchez el confluente, coinciden en la soberbia y les falta la cabalgadura. Y eso, aunque te hagas sacerdote, no se cura. Aunque traten de embaucar a media España, esa condición raramente tiene rendición, porque está en el tuétano de la personalidad.

Por lo que no podrán pasar de susurrar a los caballos a subirse en ellos como caballeros dignos de tal condición. Condición y aptitudes que ha apuntado Rivera en Cataluña quizás en este momento un poco sobredimensionado.

Por eso hay que estudiar una reforma electoral que permita un consenso general sobre nuestros representantes, desde el pueblo hasta la Presidencia del Gobierno. No será unanimidad, ni sería bueno que así fuera, pero urge conseguir un plus representatividad que no dan, ya se ve, las primarias.

manejadas por las camarillas de los partidos, sino un sistema que propicie escuchar casi un clamor popular que pida a los hombres honestos que estén en disposición la participación en los asuntos públicos en el distrito o en la Nación y a partir de ahi agruparse en torno a auténticos líderazgos espontáneos naturales y auténticamente representativos del pueblo que ganaría así su ciudadanía y ejercería realmente su soberanía.

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