Manuel del Rosal García

Señoritas en la Capilla

Señoritas en la Capilla
Manuel del Rosal García. PD

Sebastián Covarrubias Orozco en su «Tesoro de la Lengua Castellana o Española. Edición de Luis Sánchez 1611, dice así del origen de la palabra puta: «Viene del latín putida (podrida), una ramera o mujer ruin siempre escalentada y de mal olor».

La Fiscalía pide que se confirme la condena impuesta a Rita Maestre – una multa de 4.320 euros – por un delito contra los sentimientos religiosos en su asalto a la capilla. La Fiscalía añade: «Es obvio que las señoritas están en su derecho de alardear de putas» «pero eso, realizado en el altar, espacio sagrado para los católicos, implica un ánimo evidente de ofender»
Las señoritas pueden alardear libremente de lo que les dé la gana.

Pero es triste ver como las señoritas hacen ostentación de lo que no deberían hacer. Yo no puedo entender la causa por la que las señoritas, pudiendo alardear de otras cosas, alardean y muestran ostentación de ser libres, putas y otras lindezas. Se supone que ellas conocen el significado de puta y su etimología.

Podrían hacer ostentación de ser libres sin unir la libertad a lo de puta cuando el oficio de puta, en la mayoría de los casos es el menos libre de los oficios. Son jóvenes y fuertes y, por supuesto, libres y bien podrían gastar sus energías y su libertad en construir, pero prefieren gastarlas en destruir, herir y ofender y para ello y al grito de «violenta, bollera, puta, libre y lesbiana» escrito en sus pechos, asaltan una capilla, que es un lugar sagrado para millones de católicos, hiriendo su sensibilidad y su fe.

Esto de autoproclamarse putas, por lo visto, es una nueva tendencia de progreso reservada a las mujeres liberadas, de izquierdas, feministas y progresistas. Anna Gabriel una de las mujeres de la CUP se ha calificado a sí misma como una «puta, traidora, amargada y mal follada» en un contexto en el que se habló de la impunidad de la derecha sin explicar qué coño tendrá que ver la impunidad y la derecha con que ella se considere a sí misma una «puta mal follada».

Estas dos señoritas y todas las que son como ellas demuestran con sus actitudes la falta de sensibilidad que las adorna hacia otras personas y colectivos, en este caso hacia los católicos, pero es que carecen de la más mínima sensibilidad y, si es que en algún momento la tienen, no les llega más arriba de su entrepierna.

La fiscal ha hablado claro y diáfano, sus palabras no hacen más que confirmar la realidad de los hechos, pero puedo asegurarles que no serán vistas así por muchos, incluso habrá quienes la acusen de derechona tramontana. En España hace falta que las instituciones hablen claro, sin tapujos, en román paladino, tal y como lo ha hecho esta fiscal a la cual se lo deberíamos de agradecer cuando hoy, donde casi todo se pervierte, también se pervierte el lenguaje con lo que se ha dado en llamar «políticamente correcto».

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