Manuel del Rosal García

Colágeno: un cuento cruel

Colágeno: un cuento cruel
Manuel del Rosal García. PD

«En torno a los 45 años aquella mujer mantenía su juvenil belleza intacta. Cualquiera que no la conociera supondría que superaba en pocos años la treintena.

Era lo que se ha dado en llamar una mujer moderna de éxito. Vicepresidenta de una importante empresa de logística, su estatus social y económico era alto, a esto había que añadir su pertenencia a una rica familia con negocios centenarios de viñedos y vinos.

Su vida transcurría entre su trabajo, sus pocas relaciones sociales, su afición a la ópera y sus viajes a países exóticos. Pero lo más importante para ella no figuraba entre esas cosas, lo más importante para ella era ella misma, mejor dicho, su belleza. Bella por naturaleza, la cual le había adornado con una belleza poco común, la cuidaba extremadamente. Estéticiens, yoga y máscaras faciales mantenían impolutos su cuerpo y su rostro.

Jamás acudió a ningún cirujano para mostrarse en plenitud. Era feliz dentro de su mundo privilegiado, levantaba envidias entre sus amigas y pasiones entre los hombres. Pero, al igual que otras muchas personas, un secreto se ocultaba en las sombras de su personalidad, un secreto mantenido desde que tenía 27 años cuando se divorció.

Todo el mundo creyó la versión que ella dio del divorcio, porque no hubo ninguna otra versión; su marido le empeñó su palabra en que nada diría nunca a nadie y, si fuera necesario apoyaría su versión, pero fiel a sus creencias y a su concepto de la vida y del derecho a ella como un derecho inviolable, no cedió a las peticiones de su mujer.

Con 27 años lo que menos esperaba Laura – así la llamaremos – era quedarse embarazada. Cuando lo supo su decisión de abortar fue inmediata. Consultó con su marido y este le dijo que el hijo concebido debería nacer y que él era parte de esa vida y había tomado parte en su concepción. Laura argumentó que ella y solo ella era la dueña de su cuerpo y, por lo tanto, solo a ella le correspondía decidir sobre lo que vivía dentro de él.

– «Lo que vive dentro de ti es un ser que está llamando a la vida, tu cuerpo es tuyo, pero el cuerpo de quien está dentro de ti no te pertenece, es un ser vivo diferente a ti, diferente a mí, un ser vivo único e irrepetible. Es tu hijo y es mi hijo y creo tener algún derecho». Laura hizo oídos sordos a los argumentos de su marido, en realidad solo tenía oídos para ella misma, para su trabajo, para el futuro que había planeado en el que no entraba un hijo.

El divorcio se consumó en muy poco tiempo, aunque antes su marido ya había abandonado la casa común. Sabía que no podía ganar en una sociedad que ha instituido el aborto como un derecho de la mujer, olvidando el derecho de quien espera a nacer a la vida en el claustro materno.

Laura, al igual que otras muchas personas, En los momentos en que se encontraba en esa soledad rodeada de silencios que permiten hacer aflorar lo que la vida cotidiana mantiene oculto, pero no muerto, sentía como un vacío que no lograba explicarse, entonces buscaba salida, pero no la encontraba.

Decidió que lo mejor sería hacer más vida social, conocer nuevas gentes, visitar nuevos lugares que añadir a los viajes exóticos.

Así lo hizo y así conoció a hombres que, prendados de ella, la amaban y la mimaban. Uno de ellos, alguien que le hizo sentir algo más que los demás, compartió su vida durante año y medio, tiempo que para ella fue suficiente como para darse cuenta que, a la larga sería un obstáculo en sus planes: el vicepresidente de la compañía se jubilaba en unos meses y ella sería, a todas luces, su sucesora. Nada podía interponerse en su camino.

En ese momento Laura estaba en los 36 años. Tres meses más tarde, una mañana que como todas se preparaba para ir a la ducha, sintió un mareo. Más tarde, al sentarse a la mesa del comedor de la empresa, la comida le produjo nauseas. Una semana después lo supo: estaba embarazada.

Su segundo aborto se consumó y a partir de entonces la vida de Laura estuvo determinada por el trabajo fundamentalmente y por el alcohol en el que encontraba cierto consuelo cuando los fantasmas del pasado acudían a su cabeza. Con 40 años añadió a sus dosis de cremas de colágeno reafirmantes, antiarrugas, de día, de noche, anti edad, anti estrías etc. dosis de antidepresivos, somníferos y ansiolíticos.

Ella estaba en que con el colágeno mantenía la belleza de su rostro y con las pastillas mantenía su mente. El yoga desapareció. Con 43 años se aficionó a navegar por internet. En ese proceloso mar donde puedes naufragar como no sepas mantener el rumbo, Laura preguntaba y preguntaba a Google. Pasó un domingo lluvioso, gris plomizo, frío y desapacible en el que decidió quedarse en casa.

Preparó su desayuno abrió su portátil y, al tiempo que desayunaba, miró por la indiscreta ventana de los buscadores. Interesada en una nueva crema de belleza entró en Google con la palabra COLÁGENO. En la tercera entrada leyó: «Colágeno procedente de fetos». Sintió como un escalofrío le tensaba la espalda. Dudó, pero entró clicando con nerviosismo.
«Colágeno procedente de fetos de abortos son empleados en la fabricación de productos de belleza». La galleta que sostenía en su mano izquierda cayó blandamente sobre la mesa.

A los tres días de no acudir al trabajo y sin noticias a sus requerimientos telefónicos, su secretaria acudió al domicilio de Laura del que tenía llave. Entró y un silencio sepulcral la invadió. Llamo sin obtener contestación. Despacio se dirigió al dormitorio.

No estaba en él, pero la luz del baño se expandía a través de una abertura de la puerta. Entró. Laura estaba vestida y acostada de lado en la bañera con la cara vuelta hacia la pared. Al acercarse, la secretaria, temiendo lo peor, tocó levemente el cuerpo inerte. Estaba caliente. Lo volteó con cuidado y entonces vio su rostro.

Surcos de arañazos y sangre ya coagulada lo desfiguraban. Para reanimarla, la cogió de los brazos que lánguidos cayeron fuera de la bañera. Fue el momento en que comprobó cómo sus uñas estaban rotas y con restos de piel, de la piel de su rostro arañado con furia, de la piel de aquel bello rostro que con tanto mimo fue tratado con COLÁGENO.

Laura permanece ahora internada en un centro psiquiátrico de lujo. Su tiempo lo pasa cuidando, sonriendo y hablando a los dos muñecos «reborns» que el psiquiatra recomendó le proporcionaran como terapia de ayuda.
Manuel del Rosal García

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