Santiago López Castillo

Los perros primero

Los perros primero
Santiago López Castillo. PD

Antes era de urbanidad ceder el paso a las damas, las mujeres primero. Ahora, ni eso, e incluso te expones a que te llamen machista. Hoy, afortunadamente -y sin pretender comparanzas- nuestros animales de compañía (no se diga mascotas) van penetrando en los corazones más hoscos hacia estas criaturas, que, coño, también son hijos de Dios. Ello viene a colación porque dos aerolíneas canadienses permiten que sus perros vayan en la aeronave y no en la bodega del avión, una mazmorra enjaulada. Ello es debido al vasto incendio de Fort Murria en el que hubieron de ser desalojadas 80.000 personas y no tuvieron más remedio que a ir a otros lugares o territorios seguros, llevándose consigo, natralmente, sus perros. Las compañías, justo es decirlo, son West Jet y Canadian North. Medida que debemos aplaudir sin remisión, aunque sea de forma provisional, pero por algo e empieza.

Sin embargo, del cantazo incivil a un perro -me refiero a los pueblos españoles- se va pasado al acogimiento y cariño de estos impagables seres, que en los países civilizados son objeto de consideración y respeto. En Austria, por ejemplo, los perros van en tren, en metro, en el autobús y no acuden a la Ópera de Viena porque no tienen frac a su medida. Mi perro «Niebla», golden divino, se solaza en el sofá pero se marea en el coche, aunque sea un BMW, y eso que el concesionario, un hijo de Ramón Mendoza, me regaló una espléndida manta de cuero para amortiguar los sueños caninos durante el viaje. Tan es así que no me desplazo a la casa que tengo en Guadalajara por no dejarlo solo, arrumbado en sobresaltos de ensueño mecidos por la música clásica.

Hay quien dice, al ensalzar la nobleza de estos maravillosos seres, que sólo les falta hablar. No, miren, yo hablo perfectamente con mi perro; y sus ojos de moscatel expresan sus deseos. En nuestros paseos por la sierra de Madrid, en cierta ocasión se fue hacia un montañero (le encanta saludar a todo el mundo, es así de cariñoso), y al llamarlo, el caminante le dijo: «Mira, que te llama tu dueño». A lo que repliqué:

– Yo no soy su dueño, soy su amigo. Somos amigos.
«Niebla» es lo que más quiero en esta vida, y eso que he tenido bellas mujeres en número no inferior al millar. En mi libro «Mis perros, mi vida» (Ed. El Devenir), narro cómo un hombre murió ahogado por salvar a su perro en el Sorbe, a su paso por Humanes, Guadalajara, y un jugador del Real Madrid, Zunzunegui, mató sin querer a su perra yendo de caza y terminó sus carrera futbolística en un psiquiátrico, y un «labrador» bajó a su dueño desde la planta 112 de las Torres de Nueva York en aquel trágico 11-S; era un invidente colombiano (lo saqué en exclusiva en aquel programa que tuve «En Verde» (TVE 2), y que volvió a ver gracias a su perro. Todo por la Naturaleza y los animales Y…

Benditos los que nos acompañan y nos ablandan el espíritu de tul ilusión.

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