Manuel del Rosal García

Le preguntaron, ¿qué piensa d ela política española? y el constesto: «Manca Finezza»

Le preguntaron, ¿qué piensa d ela política española? y el constesto: "Manca Finezza"
Manuel del Rosal García. PD

«La finura, la sutileza consiste en mandar a alguien a la mierda de tal forma que esté deseando de emprender el viaje»

Giulio Andreotti, en una de sus visitas a España, ya en democracia; preguntado sobre la política española, contestó: «Manca finezza» Esta frase, que no tiene traducción al español, dice más o menos: «falta finura» «carece de sutileza» «falta toque fino».

Javier Solana, político socialista que fue ministro de Asuntos Exteriores y Secretario General de la OTAN tenía acuñada esta frase: «Ajuste fino». La palabra ajuste es polisémica.

En mecánica expresa el trabajo para encajar las piezas perfectamente, en radio expresa la finura con la que se ha de mover el dial para encontrar la mejor sintonía. Finezza y ajuste fino es lo que les falta – entre otras cosas – a los políticos españoles desde hace años. No sé los demás, yo pienso que el único político que ha tenido finezza y supo hacer los ajustes finos necesarios – ¡nada fáciles! – fue Adolfo Suárez que articuló una transición modélica. Después de él, la oscuridad. La política española es hoy un enfrentamiento rabioso lleno de insultos, exabruptos, amenazas veladas, del tú más.

El resultado de las elecciones del 20D ha sacado lo peor de los líderes de los partidos, enrocados en sus posiciones, incapaces de articular mecanismos, de construir puentes, de propiciar acercamiento, de trabajar «por» y «para» no «contra». Cada uno ve al otro como un apestado y así lo trata. Ciegos para ver los espacios comunes y trabajar en ellos, solo actúan desde el rencor, la revancha y el acoso al contrario.

Y eso es así porque nuestros políticos son bastos, poco pulidos, llenos de aristas y escarpias de tal forma que ni siquiera se pueden rozar entre ellos. La política española casi siempre careció de «finezza» y ajuste fino, pero en los últimos años carece absolutamente. Nuestros políticos carecen de clase, de finura, del ajuste fino que son cosas que se tienen o no se tienen, no se aprenden; se maman o no se maman.

A esto unimos la fatuidad, la prepotencia, la falta de generosidad de algunos. Sin embargo, todo esto dejaría de tener importancia si la prioridad fuera España, pero España no entra en los planes de nuestros políticos, aquí lo que se busca ¡faltaría más! es el poder. La política de nuestros políticos es burda porque burdo es ir por la vida de ungido del dedo de Dios como va Pedro Sánchez. Burdo es considerarse el mesías que nos traerá el maná para alimentarnos con solo extender la mano, como se considera Pablo Iglesias.

Burdo es ir de tibio para atraerse a todos enviando mensajes a un lado y a otro sin pronunciarse claramente como hace Albert Rivera. Burdo es esconderse detrás de los árboles esperando que amaine la lluvia como hace Rajoy. Y todo es burdo porque cualquier palabra, cualquier gesto que se escapa del control que ellos mismos se autoimponen, les desnuda y muestra sus verdaderas intenciones: ¡poder, solo poder! Sin importarles que para lograrlo tengan que desmantelar España.

Como burdo, basto y casposo es pasear juntos cogidos de la mano, regalar un libro, tener papeles en Panamá, mantenerse en silencio como hacen los barones socialistas mientras el partido hace aguas, poner banderas republicanas queriendo resucitar aquella locura colectiva que nos llevó a la guerra civil, amamantar al niño en el Congreso, convocar a las bases para que decidan cuando todo está decidido de antemano, echar la culpa de todo, incluso de la muerte de Manolete, a Rajoy, prometer lo imposible cuando ni lo posible son capaces de conseguir.

Y ahora surge una pregunta: ¿nos merecemos los españoles estos políticos faltos de generosidad, de sutileza, de finura de «manca fineza»? Yo afirmo que nos los merecemos totalmente, pues la época en la que los políticos y las políticas eran impuestas acabó hace 40 años; ahora depositamos un voto en una urna en total libertad, elegimos en libertad a los políticos que nos van a gobernar, pero ¿lo hacemos bien? Habría que preguntarse si los ciudadanos tenemos esa «finezza», esa finura, ese «savoir faire» para votar lo mejor para España y los españoles.

Me temo que no, que nos falta un hervor para hacer de nuestro voto un voto para construir, no para destruir. Un voto para avanzar, no para retroceder. Un voto para unir, no para desunir. Se dice que un país es el fiel reflejo de sus habitantes. España es el fiel reflejo de sus ciudadanos que el 20D la fragmentaron y, según las encuestas, el 26J la volverán a fragmentar.

No nos podemos quejar de lo que hemos tenido durante estos cuatro meses, de lo que hoy tenemos, ni de lo que podamos tener tras el 26J. Elegimos libremente ¿o no?

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