Arcadi Espada habla sobre el corto recorrido que suele tener el populismo, especialmente cuando sus exponentes, caso de Ada Colau, acaban tocando pelo, es decir poder:
El populista empieza en la calle. Una mezcla de barro de barrio y testosterona. Desde allí lanza sus consignas, que pueden resumirse a la perfección en esta frase: «No obedeceremos leyes injustas». Las leyes que no van a obedecer pueden referirse tanto a los moros como a los bancos. Desahucios. Ésta es la palabra, exactamente, que vincula al partido Podemos con el Frente Nacional. En la calle el populista utiliza la violencia: incendia coches, rompe lunas y escrachea. A esas alturas el sistema suele reaccionar con la indiferencia de la porra, los grilletes y la evaluación de daños. Salvo que el sistema empiece a necesitarlos por alguna razón.
Dice que:
El sistema del alcalde Trías de Barcelona, por ejemplo. Recibió la instrucción, si es que debía recibirla, de que el Proceso katalán no podía permitirse un ápice de violencia. Y es así como les puso un piso a los okupas barceloneses. Su iniciativa se instalaba en un contexto más vasto: el pacto entre el nacionalismo burgués secesionista y el antisistema sistemático dio tres insólitos años sin incidentes callejeros en Barcelona. Lo que le hizo perder a la ciudad, por cierto, un gran atractivo turístico. Las necesidades de audiencia del sistema llevaron el populismo a la televisión. Y de allí al poder en un cierto número de comunidades y ciudades.
Y finaliza:
Ahora el populismo, que ha abandonado la calle y el disturbio, se ilusiona con la posibilidad de ganar las elecciones. En Francia, en América, en España y en otros lugares. Esa ilusión no llega más allá de las primeras 24 horas de estancia en el poder. En ese intervalo aún se puede oír a Ada Colau diciendo que no obedecerá las leyes injustas… que ella promulgue. Pero como se trata de un vómito de sentido ya no se le va a oír más diciéndolo. A partir de ese momento el populismo se disuelve. El último ejemplo global es el del azucarillo Tsipras. Hay quien le reprocha traición a los ideales y otros dramitas. ¡Quia! La conducta del griego está escrita en los genes del programa. En Occidente, el populismo solo sirve para acercarse al poder y a veces para alcanzarlo; pero jamás sirve para ejercerlo. Al margen de sus retóricas inflamadas con los nombres de las calles o los títeres de los niños, el populista solo tiene dos posibilidades: comportarse como un socialdemócrata de hipocresía redoblada o volver al barrio de pirómano de sí mismo.