El bipartidismo se hunde en esa brecha generacional que ahondan los magistrados metiendo las mismísimas puñetas en el fango
Siguen las reacciones y las tribunas de opinión en la prensa de papel este 3 de junio de 2016 en relación al caso de los ERE fraudulentos en Andalucía y como un juez ha puesto más que firmes a un Manuel Chaves y a un José Antonio Griñán que, tal vez, creyeron algún día que iban a quedar indemnes, judicialmente hablando, de este macroescándalo de corrupción. Como dicen los modernos, pues va a ser que no.
Arrancamos con Ignacio Camacho en ABC quien recuerda con su supino conocimiento que aquí no sólo está pringado el PSOE, sino también el PP y que más pronto que tarde también veremos desfilar a podemitas y a los de Ciudadanos, si bien destaca sobre el partido de Rivera que, de momento, salvo con la dejadez en Andalucía, está siendo implacable con las prácticas deshonestas en política:
Están en manos de los jueces. La campaña de los partidos dinásticos, los del viejo bipartidismo, ha quedado encapsulada en los juzgados, por donde pasa el cartero que siempre llama dos veces con las facturas pendientes de los años de la corrupción. La Justicia, que suele moverse con lentitud, se ha vuelto a precipitar de golpe en una derrama de imputaciones de alta sensibilidad política. En Andalucía un magistrado subalterno ha regurgitado el largo sumario de los ERE sobre las cabezas de Griñán y Chaves, que son gente de raigambre en el PSOE; en Cataluña le piden un lustro de rejas a Oriol Pujol y en Madrid la Audiencia Nacional escupe a ráfagas el oprobio de la operación Púnica, con sus pagos en especie de putiferio y ese Granados capaz de sisarle comisiones a su propia organización. No hay estrategia electoral que levante tal lastre, ni manejo mediático que lo minimice. La memoria reciente del saqueo institucional golpea sobre una opinión pública hastiada y neutraliza cualquier posibilidad de pasar página. El votante que encienda la televisión, por curado de espanto que esté, se ve impelido a la arcada.
Señala que:
Sostienen los sociólogos que la torrentera de escándalos está políticamente amortizada en costes directos, por pura saturación, pero que aún tiene efectos colaterales sesgados. Dicho de otro modo: aunque la corrupción ya ha restado en la práctica todos los votos que podía sangrar a los grandes partidos, queda por ver su impacto sobre la abstención en las urnas. El desafío actual de los socialistas y del PP consiste en movilizar a los electores que emiten su opinión yéndose a la playa el día de las elecciones, renuentes a inclinarse por las nuevas siglas pero cansados de apoyar a las antiguas. Para ello insisten en el voto útil, en el sufragio a regañadientes que impida que ganen los adversarios. Ese reagrupamiento de mala gana, ese remolón esfuerzo por causa mayor, es el que puede quedar bloqueado ante la incesante avalancha de espasmos judiciales. Un cortocircuito moral en las expectativas de desperezar al votante desmotivado.
Enfrente hay además dos candidaturas biográficamente exentas de conflictos penales, aunque en el breve plazo que algunos llevan gobernando instituciones ya han mostrado maneras clientelistas y de nepotismo. Los problemas con la Justicia de ciertos dirigentes de Podemos provienen en su mayoría de un activismo violento que no disuade a sus simpatizantes; antes bien los estimula en su hosco rechazo al sistema. Y la nomenclatura de Ciudadanos tiene margen para hacerse la estrecha, aunque sea una estrechez de doble baremo dada su benevolencia con el régimen andaluz. Sus masas de votantes son jóvenes que no se permiten ante la corrupción ni un atisbo de pragmatismo indulgente. El bipartidismo se hunde en esa brecha generacional que ahondan los magistrados metiendo las mismísimas puñetas en el fango.
Hermann Tertsch denuncia en su tribuna como los tres partidos constitucionales, PSOE, PP y Ciudadanos, se han dejado robar la merienda por parte de Podemos y ya teme que el 26-J algunos paguen la factura con altos intereses:
En ciertos sectores de Podemos irrita la costumbre de sus nuevos aliados de Izquierda Unida de acudir a todos los mítines y festejos comunes con sus banderas comunistas. Con las de verdad y de siempre, las rojas con su hoz y su martillo. En Podemos molesta la vieja parafernalia comunista porque estropea la nueva imagen. La que presentaron ayer: un corazón multicolor y mucha sonrisa, los niños de las flores y la gente feliz. Dicen. Saben que le han robado ya la cartera de la hegemonía en la izquierda al PSOE de Pedro Sánchez, un chico facilón. Y muchos creen que además es posible acercarse mucho al resultado del PP.
Añade que:
Ahora ya es Podemos el voto útil contra Rajoy. Porque el colapso electoral de los socialistas es más que posible. El auto judicial de Chaves, Griñán y Zarrías ha dejado al PSOE sin campaña viable a tres semanas de la cita. Un drama que es una gran oportunidad para un Podemos sin estridencias, aceptable para la mayor parte de la sociedad. No está ya nada claro que en la sociedad española hoy sea mayor el miedo a Pablo Iglesias que el rechazo a Mariano Rajoy. Por lo que en este juego de la polarización que ha fomentado el Gobierno puede pasar de todo y cualquier cosa. Eso sin contar con algún imponderable propio de estos tiempos como autos judiciales demoledores, acciones policiales o revelaciones desestabilizadoras. O un atentado aquí o fuera. O el Brexit, que ponga todo patas arriba. Podemos ahora pretenderá ser lo que quiera cada votante. Hay de todo y para todos. Lo único que hay que querer es cambio, odiar convenientemente al PP y querer echar a Rajoy de la política. No es mucho programa. Pero desde luego es más concreto y excitante que la inexistente campaña de un PP cuya única idea es que los españoles le deben votar a Rajoy por gratitud a él o por terror a los otros.
Claro que son comunistas en Podemos. Lo son todos los jefes. Son una franquicia de fuerzas exteriores enemigas de nuestra democracia y nuestras alianzas. Con ayuda de servicios de información de dictaduras extranjeras. La mayoría creció en las mismas cuadras marxistas leninistas que el simple de su socio Alberto Garzón, un comunista golpista a la nueva/vieja usanza. Iglesias sabe que dar la murga con Lenin asusta a la gente. Por eso tiene ahora la caradura de negar ser comunista cuando le preguntan en los publirreportajes del duopolio televisivo italo-podemita. Ahí no ha de temer la repregunta de un periodista que le confronte con su pasado y sus mil declaraciones que lo identifican incuestionablemente como un comunista partidario de la dictadura y de la represión de toda fuerza discrepante. Que lo desenmascaran como un duro, partidario de ejercer el poder con las armas si se da el caso y partidario de concentrar los medios de comunicación en manos del Estado. Pero él nunca ha temido repreguntas porque los periodistas que se les acercan son rubias que hablan del kamasutra o militantes tan leninistas como él, que no acuden a preguntar sino a jalearle.
Sentencia:
Nadie ha plantado cara a la amenaza comunista con bandera roja o sin ella. No lo hizo Rajoy porque cree beneficiarse del miedo. No lo hizo Sánchez porque Iglesias lo acomplejó pronto y siempre lo quiso como socio. Y no lo hizo el más capaz, Albert Rivera, porque no supo librarse del buenrollismo generacional. Los tres han trivializado de forma temeraria un peligro mortal para nuestra democracia y la estabilidad europea. Nadie quiso desenmascararlos. El precio podría pagarse ya el 26-J. O tras otro desastre de legislatura amputada. Dentro de un año.
Carlos Herrera hace un balance de los dos años de la abdicación del hoy Rey emérito, Don Juan Carlos I:
Hace un par de años que se produjo en España una operación de Estado absolutamente trascendental. Ninguno de los presentes sabía nada, por mucho que algunos se pongan estupendos y digan que se olían lo que se avecinaba: a las siete de la mañana de ese día, dos años atrás, los que estábamos de guardia informativa notamos un pequeño temblor en forma de anuncio formal. Algo iba a pasar. Las terminales informativas con las que habitualmente trabajamos los periodistas que andamos por las trincheras del directo nos mandaron señales de alarma: el Rey va a emitir algún tipo de comunicado.
Recuerda que:
Cuando un Rey como Juan Carlos, acosado aquellos días por los conspiradores de manual, dice que va a comunicar algo al país, solo cabe considerar una posibilidad: la abdicación. Y así fue. A eso de las diez de la mañana todos dábamos por cierta la renuncia del hombre que de forma más trascendental ha guiado los destinos de la España moderna. Harto de acosos, Juan Carlos tomó la decisión adecuada: pasar el testigo a un Príncipe de largo y fructífero entrenamiento encaminado desde su infancia a continuar la labor de balanza que se le otorgó a la Corona. Reconozcamos que el Heredero, largamente entrenado para la cuestión, salió al campo como si hubiese llevado una vida entera al frente de la Jefatura de las cosas.
Juan Carlos, felizmente liberado de la tortura diaria de compensar elefantes con malabares políticos, pasó al lado brillante de la jubilación. Algún viaje, alguna comida, algún encuentro, alguna corrida. Sin embargo, aquellos que creen que el Rey Emérito se dedica solo al solaz o la pitanza caen en el engaño de los que ignoran que la Monarquía es algo más que gestión meramente puntual en la conformación de un gobierno. Felipe VI se ha encontrado con un pasaje convulso de la democracia española y tiene que dedicar buena parte de su tiempo a mediar entre las pendencias de su tiempo, que es tiempo no sencillo ni predecible. Juan Carlos, tras cuatro décadas de solvente manejo de la realidad española, ha pasado a la aparente holganza de la «auctoritas», lo cual no significa que haya abdicado de sus pasiones: está presente en aquellos lugares en los que su hijo y heredero no tiene lugar de acudir.
Y detalla que:
Sin ir más lejos, hace un par de días, Juan Carlos acudió a la tradicional corrida de Beneficencia en la Plaza de Las Ventas ocupando el Palco Real, no una localidad de tendido: la totalidad de la plaza madrileña arropó al Rey Emérito con una ovación -coincidente con el Himno Nacional- absolutamente abrumadora. Esa, indudablemente, es una de las misiones de la Alta Institución: estar en los lugares en los que la ciudadanía quiere ver al Rey. La tarde resultó redonda: los toros de Victoriano del Río, que tantas Puertas Grandes han brindado estos últimos años, hicieron posible el triunfo indudable de un magistral Manzanares y un no menos extraordinario López Simón. Pero la fotografía del día queda no sólo en los toreros a hombros. También está en la figura de un Monarca que dedica sus días a compartir tareas con su hijo y a cubrir los huecos que deja la gymkana diaria de ser Jefe de Estado en estas calendas de renuncias y embestidas. No sabemos de las gestiones que el Emérito realiza en la sombra, que alguna habrá, pero sí sabemos de su presencia en actos que realzan la presencia elemental de la Institución. Cuando se produjo el tránsito de uno a otro, escenificado en tres o cuatro días de vacío, los hijos del alboroto agitaron sus cacerolas en la espera de algún eco: no tuvieron nada que hacer. Llegó Felipe y ocupó el lugar de Juan Carlos. Hoy, curiosamente, Juan Carlos ocupa algunos lugares de Felipe.
En El Mundo, Federico Jiménez Losantos, recuerda el linchamiento al que fueron sometidos la jueza Alaya y los periodistas que día tras día sacaban todas las inmundicias de los ERE fraudulentos en Andalucía:
Tan cierto es que la mayoría de los políticos no son delincuentes como que la mayoría de delincuentes no son políticos. Y si la hipérbole o exageración resulta excesiva, diremos que el problema de la izquierda en España y en casi todos los países es que cree que la ley no se ha hecho para ella, sino ella para la ley. Para hacer con ella lo que dé la gana, claro.
El auto del juez Martín sobre los ERE, pasmosamente escrito en buen español, describe así la «prevaricación continuada» de la Junta de Andalucía: «Una pluralidad de resoluciones contrarias a derecho del modo más grosero, por su abierta oposición a los procedimientos ordinarios de concesión de ayudas y subvenciones y a los procedimientos de presupuestación, sin que se les pueda dar una explicación mínimamente razonable, si no es la de pretender eludir dichos procedimientos por un mal entendido espíritu de agilización del funcionamiento de la Administración, la cual, vistas las deficiencias buscadas o asumidas, resulta ser una explicación inaceptable».
Y así el delito continuado de malversación: «Podemos afirmar así que se cumplen todos los presupuestos de la malversación en todas aquellas personas que, a partir del año 2005, vinieron a tener conocimiento de que aquellas resoluciones prevaricadoras por contrarias a derecho, que estaban tomando en el marco de ese ‘procedimiento específico’ eran, además, el instrumento a través del cual eran objeto de apropiación los fondos públicos inicialmente destinados a ayudas a empresas y personas afectadas por las crisis empresariales».
Y remacha:
Todos lo sabían desde al menos 2005, todos estaban advertidos y todos, para evitar las consecuencias legales de sus delitos, colaboraron en el linchamiento de la juez Alaya, incluido el CGPJ, que hasta dio una rueda de prensa contra la juez con el consejero de Justicia de la Junta. A los pocos periodistas que denunciaron ese régimen corrupto -ver los libros de Paco Rosell y Pedro de Tena- los sentaron en el banquillo los ladrones. Lo mismo que, por cobardía judicial, vienen haciendo etarras y separatistas catalanes hasta hoy.
Claro que hay una izquierda mucho peor que el PSOE: Unidos Podemos, que ahora ha copiado de un cartel electoral de Chávez el corazón (de matón) que puso en vez de la v. Estos no creen que el delito sea su derecho sino su deber.
Santiago González hace un repaso por diferentes corruptelas del PSOE y recuerda las veces que Felipe González puso la mano en el fuego por los supuestos corruptos:
Felipe González se viste de Scevola y se ofrece a poner la mano en el brasero por Chaves y Griñán. Es de suponer que también por Zarrías, el virtuoso del voto a dos manos. Susana Díaz manifestó que creía en la honestidad de sus dos antecesores en la Presidencia de la Junta. El portavoz Antonio Hernando, más de lo mismo. Ximo Puig está seguro de que no robaron para beneficio propio. Iñaki Gabilondo se puso enfático para expresar su convicción de que «no se llevaron un duro». «Pero Bruto es un hombre honrado», puso Shakespeare en boca de Marco Antonio.
Qué es corrupción, me preguntas, clavando en mi pupila tu pupila azul. Un número considerable de almas progresistas creen que la corrupción, como la propiedad de Proudhon, es el robo. Nuestra izquierda considera que lo perverso está en el ánimo de lucro, lo que la lleva a menudo a confundir el legítimo afán del empresario con la ambición turbia del chorizo. Craso error. La corrupción es un concepto integrado por varias figuras delictivas que comparten una característica: la de desviar dinero público para fines impropios con desprecio de la ley.
Plantea que:
Puede ser para el partido del corrupto o un sindicato amigo, para su propio bolsillo o para otros fines. A estos efectos, tanto da que el benemérito sindicalista Juan Lanzas quisiera los billetes que guardaba en el colchón «para asar una vaca», que para gastar «con putitas de confianza», como Granados y la tropa de Marjaliza. No discutiría yo todos los aspectos de estas aficiones. Asar una vaca con billetes demuestra tenacidad de carácter, habida cuenta de la escasa energía calorífica de los billetes, aunque sean de 500; lo de las putitas, siempre será mejor que sean de confianza a unas perfectas desconocidas.
Un primer problema de examinar el asunto según el cui prodest, quién es el beneficiario: la corrupción del particular sólo le mancha a él, mientras la que tiene carácter altruista, por patriotismo de partido o en nombre de la colectividad, corrompe el sistema entero. Dos ejemplos en los que el PSOE incurrió. El primer caso de financiación ilegal, Filesa, dejó condenas de cárcel. Una de ellas para el dirigente del PSC Josep Maria Sala, «un hombre que tropezó con la justicia por servir al partido». A su salida, el 10º congreso del PSC lo eligió en 2004 para la Ejecutiva con el mayor aplauso unánime de los delegados. Cuatro años después, en el 11º Congreso, volvió a pasar lo mismo.
Y concluye:
Un segundo problema es que la transgresión, aun por impulso noble, lleva a otras. Yo no dudaría de que a Rafael Vera Huidobro le animaba el noble afán de acabar con el terrorismo. Violar la ley para alcanzar tan benemérito objetivo era un detalle que abría la puerta a otras transgresiones, como buscar la continuidad de su partido en el poder, o con fines más personales, como saquear la caja de los fondos reservados. Seguramente Felipe piensa lo mismo de Barrionuevo, por eso fue a despedirlo con un abrazo a la puerta de la cárcel de Guadalajara. Claro que ya puestos, le dio otro a Rafael Vera.