Gaspar Albertos

Debate con ´más de lo mismo’ salvo desafortunadas excepciones

Debate con ´más de lo mismo' salvo desafortunadas excepciones
Gaspar Albertos. PD

En esta ocasión no merece la pena entrar en el fondo, en el análisis político, de lo expuesto por los candidatos pues todo ha sido un «más de lo mismo» y ninguno ha tenido la originalidad de plantear algo nuevo y esperanzador para los españoles.

Ni siquiera es entretenido o chocante en este caso analizar el atuendo de los candidatos porque todos han repetido, excepción hecha, claro está, de que Rajoy no podía repetir con el atavío de Soraya en el anterior debate a cuatro y de que Albert Rivera apareciera esta vez sin corbata con la intención de captar voto populista más que evidente como así lo corroboró después con su discurso.

A fuerza de tener que ingeniar algo para que un artículo sobre un vacuo debate sea «tragable» pienso que Manuela Carmena le jugó una mala pasada a Pablo Iglesias presentando a las puertas del Palacio Municipal de Congresos de Madrid unas zonas ajardinadas con un estanque de agua putrefacta y un césped mal cuidado y peor segado que, visto lo visto, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias no dudaron en pisar, en lugar de ir por las aceras, para acercarse a recoger en ese momento «no sé que» reclamación de unos sindicalistas de televisión.

Puro teatro dramático.
Como también era puro teatro, pero en este caso de comedia, ver como Manuel Campo Vidal y Fernando Navarrete, cuales almirante y vicealmirante de un portaaviones norteamericano, recibían en la pasarela a los candidatos como si estos fueran el presidente estadounidense de turno escoltándole con ademanes ostensibles de lo bien mantenida y la excelente puesta a punto de la nave y toda su marinería.

Luego está lo de los moderadores. Al principio pensé: «tres moderadores para cuatro candidatos, ¿cuál de estos se quedará sin colaborador interesado como en el debate entre Rajoy y Sánchez, Campo Vidal lo fue a favor de Sánchez?» Pero no, reconozco que fue un acierto la elección de moderadores y su número.

Cuando se interrumpían entre los candidatos o alguno hablaba por lo bajini siempre salía al paso uno o dos moderadores a la vez llamando la atención. Por cierto, que el único que nunca interrumpió fue Rajoy, como tampoco nunca Pedro Sánchez y Albert Rivera se interrumpieron entre ellos. Yo creo que hubiera sido más honesto presentarse juntos en estas elecciones.

Y para terminar hay un par de detalles, que no he oído ni leído criticar en ningún sitio, que son los que me hacen tildar el artículo de desafortunadas excepciones y que son obra de los dos candidatos que casualmente intervinieron sin corbata.

Uno de ellos es cuando Pablo Iglesias cifra que la corrupción nos cuesta a los españoles, cito textualmente, en «dos mil euros al año a cada español».

¿Lo oyeron bien? Multipliquen por 45 millones de españoles y resulta la espantosa cifra de 90.000 millones de euros (así, con todos sus ceros: 90.000.000.000 €) ¡Eso al año, eh! Para a continuación intentar desmenuzar esa bonita cifra alegando 152 millones de los Ere de Andalucía y 250 millones de la Púnica. Pues ahora dividan: Noventa mil millones entre los cuatrocientos dos que suman estos dos casos y nos salen «todos los años» más de doscientos veinte casos como estos. ¿Tendrá el señor Iglesias a bien desmenuzar más la partida y ponerle nombre a esos doscientos veinte casos más de corrupción cada año? Si se fija, los 90.000 millones es la cantidad que al principio propuso como incremento de gasto social en cuatro años, para toda la legislatura, a base de subir impuestos a los ricos. Y ahora esa misma cantidad, anual, se la encuentra como «sisa» efectuada por la corrupción. No lo dude, anuncie una rebaja de impuestos alegando su dato y gana las elecciones de calle.

El otro caso, aun no siendo tan significativo pero sí tan populista, es el de Albert Rivera cuando dirigiéndose a Rajoy le dice, «déjeme que le dé casos y no datos macroeconómicos» y le expone un caso de derecho de dependencia con comunicación posterior a la muerte de la persona con ese derecho, para a continuación añadir que eso no puede pasar en España, ¡ojo al dato! como «cuarta economía del mundo» ¿De dónde se ha sacado el dato? ¿Cómo puede decir que quiere sostener sus planteamientos con casos concretos y no en datos macroeconómicos y a renglón seguido citar un dato macroeconómico y además falso? ¿Qué tendrá que ver el ranking de economías mundiales con la eficiencia administrativa? ¿Es que no será la eficiencia asistencial mejor en los países nórdicos que en muchas otras naciones del mundo accidental sin que aquellas sean grandes potencias económicas? Por cierto, España es la duodécima economía mundial.

Y poco, muy poco más, además de cómo digo, desafortunado.

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