Los hombres cuando tienen miedo cierran el puño o levantan la mano agrupándose bajo el mando de hombres enérgicos o visionarios que les imponen el gesto, la disciplina y el sacrificio de la individualidad a cambio de no pensar por ellos mismos.
Algunos fenómenos políticos en España han vuelto a sacar esos fantasmas que habíamos abandonado en el desván.
Un poco de crisis, un poco de Sol y de legítima indignación contra la corrupción y ya tenemos emergencia de populismos y separatismos siempre al acecho a la espera de algún chamán lenguaraz y vocinglero que pastoree todo eso con dinero extranjero.
Parece haber hombres y mujeres en España que quieren de nuevo un salvador que redima a España de la corrupción y de todos sus pecados, «el gran conductor», un gran timonel marxista que traerá la regeneración, la felicidad, la pax podemita y la abundancia a todos los territorios referendumdables.
Aunque el altivo de ánimo suscita siempre contiendas, el conductor que demandan es el dueño de la personalidad de todos y cada uno y a la vez el único responsable; y en los gestos de algunos se atisba un suspiro de alivio de la conciencia pues, a cambio de entregarle al chamán la libertad, se libran de la pesada carga de la responsabilidad.
En momentos de crisis siempre aparecen hombres que levantan el puño o la mano para pastorear a los descontentos, disponiéndose a emplear el poder que muchos se apresuran a entregarle, para sus fines particulares.
Pero gracias al cielo que aún no han asaltado, la mayoria no quiere ni cerrar el puño ni levantar la mano. Sólo quiere la mano para votar lo que cree mejor para su país y luego estrecharla cuando proceda para llegar a acuerdos en beneficio del interés general.
No nos queda otra que pensar que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza.