Rafael Torres

La pinza gana, la cordura pierde

La pinza gana, la cordura pierde
Rafael Torres. PD

Lo preocupante no es que Podemos se convierta en la segunda fuerza política si logra el número de votos y escaños necesarios para ello, sino que haya tanta gente que se crea a Pablo Iglesias.

No lo que dice, sino a él. Se entendería si fuera un buen simulador, pero es que no disimula en absoluto su ferviente querencia por la impostura. Lo mismo es que cinco o seis millones de españoles han leído últimamente «El Príncipe» de Maquiavelo y les ha gustado tanto que quieren hacer con él una «performance» al estilo de La Fura dels Baus para sus vidas.

Ahora bien; si preocupante es que tan abultado número de compatriotas encuentren en Iglesias algún parecido con Allende, o que crean que la independencia de los jueces se logra con el sometimiento de éstos a las órdenes de Monedero, también lo es que el partido que tantas sevicias ha propinado a España y a los españoles en los últimos años, el Partido Popular, vaya a quedar no como segundo, sino como ganador de las elecciones.

Libres somos, sin duda, para votar a quien nos de la gana, pero a uno le gustaría seguir siéndolo también para pasmarse ante el sentido de ese voto mayoritario que al parecer suscita la pinza PP-Podemos, y para deplorarlo vivamente. Un Sánchez taciturno y limitadísimo, y un Rivera que para no decir nada habla por los codos, no le ayudan a uno, bien es verdad, a preocuparse ni a pasmarse algo menos, aunque sí a deplorar más si cabe la menesterosidad de las ofertas políticas que se nos brindan.

Sin embargo, lo del ascenso de Podemos inquieta particularmente por una razón poderosa: la asimetría brutal entre sus votantes y sus dirigentes.

La mayoría de los primeros, me consta, son gente joven, rebeldes con causa, animados de santa ira ante la injusticia, soñadores de un mundo mejor y sedientos de dignidad y futuro, en tanto que la mayoría de los dirigentes son eso que vemos que son, eso que canta tanto que son, yonquis del poder por el poder como el tardo-hippie Benavides era un yonqui del dinero.

Quedan unos días para que se consume el dislate: primero, el PP; segundo, Unidos Podemos. La cordura, en último lugar.

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