El comunismo es la doctrina tirana por excelencia. El mundo está plagado de asesinatos con la marca de la hoz y el martillo. Grosso modo, se cuentan por cientos de millones las ejecuciones en la Unión Soviética y sus adláteres, entiéndase China y Corea del Norte, y en España, durante los prolegómenos de la guerra civil y después murieron en el «paseillo» miles de inocentes por profesar la religión católica. Para la doctrina social de la Iglesia, ya en plan filosófico, consiste en que la vida material es lo primario y la espiritual, lo secundario. De ahí, se define solo, este Papa burlesco que abraza al Coleta, azote de creyentes, blasfemo y sacrílego, pero no tiene cojones de burlarse del Islam.
Estamos en momentos trascendentes. La coalición Unidos Podemos es de una peligrosidad que, de acceder al poder -del que no se iría nunca-, sería el hundimiento político-social y económico de España. Hay que recordar que el comunismo o el marxismo-leninista están excluidos de la ley en diversos países occidentales. Y hasta la todo poderosa China practica hoy en día esa mezcla de capitalismo y maoísmo. Estos troskistas-comunistas-leninistas, también llamados anti-sistema pero con sustanciosos sueldos en las corporaciones locales y regionales, además de las millonarias financiaciones de Venezuela e Irán, tienen por objetivo la destrucción del Estado y por ende la democracia.
Nos jugamos mucho. Hoy y mañana. Y ni los copiosos reportajes de Venezuela y Cuba parecen recapacitar a esos seis millones de españoles que les otorgaron su confianza el 20-D. Fruto del odio, no me cabe duda. Qué saben esos mozalbetes de la guerra civil si desconocen dónde nace el Ebro. Rodríguez Zapatero hizo mucho daño sacando a colación la maldita memoria histórica. Rajoy, por su parte, no tuvo agallas para derogarla y eso que tuvo mayoría absoluta, porque le hubieran llamado facha, pero le siguen llamando de aquella manera y epítetos diversos del todo ofensivos. De modo que, amigos míos, votar al Coleta, hijo de un terrorista, y sus secuaces es votar muerte, destrucción, hambre, miseria. Debemos apelar a la responsabilidad porque está en juego nuestra supervivencia.
A este respecto, y enlazando con la contemplación de la Iglesia sobre el comunismo, la fe cristiana está en las antípodas de la dictadura marxista porque ataca a nuestra religión. Destruirla. Los hechos son tozudos y se están extendiendo como los rastrojos por el campo a consecuencia del incendio de verano. «¡Arderéis como en el 36!» No recordar la historia es condenarse a que se repita.
PD.- No se conoce a ningún ciudadano de la Alemania occidental que traspasara el muro de Berlín para vivir en la Alemania oriental.
He dicho.