Gaspar Albertos

El Flautista de Hamelin y el ‘sorpasso’

El Flautista de Hamelin y el 'sorpasso'
Gaspar Albertos. PD

Se cuenta en la leyenda del Flautista de Hamelín que fue un día 26 de junio del año 1284 cuando el famoso flautista, al no recibir la recompensa que se le había prometido, volvió al pueblo en busca de venganza y en esta ocasión fue a ciento treinta niños y niñas a los que embrujó con su música y logró que le siguieran sacándoles del pueblo, encerrándoles en una cueva y de los que nunca más se supo.

En esta breve exposición del famoso cuento, resulta cuanto menos curioso observar que varias son las coincidencias con las elecciones a celebrar este próximo domingo como la de la fecha de las mismas con el día que desaparecieron todos los niños de Hamelín, y el número de estos, ciento treinta, que puede ser la cifra mágica de diputados a partir de la que se puede empezar a configurar un gobierno.

También es coincidente la vestimenta multicolor del flautista con la variada clientela política que sustenta al protagonista de esta fábula y que aún más pretende que le sustente ofreciendo tintes socialdemócratas.

La cuestión comenzó allá por el mes de diciembre del año anterior cuando bajo no se sabe bien que instrucciones el flautista entendió que tenía que aglutinar junto a él a todos aquellos indignados que se venían manifestando desde hacía algún tiempo y que procedían de opciones políticas diversas o incluso de algunos, hasta entonces, desencantados de la política. Y a fuerza de ser sinceros que lo consiguió.

Realizado el trabajo, ya metidos en el primer trimestre del año siguiente, el flautista se presentó a cobrar la recompensa en forma de cuota de poder de aquella población, reservándose para sí aquellas áreas con las que él mismo pudiera controlar otros movimientos contrarios a sus intereses. Ante tal pretensión, se le negó el pago de lo solicitado y el flautista se marchó del pueblo con cara de pocos amigos pero con la advertencia de que volvería a no mucho tardar.

Efectivamente, pasadas algunas semanas se presentó de nuevo en el pueblo con renovados ánimos, más aliados que nunca, esta vez incluso con separatistas de toda la vida que veían en él la opción más práctica para conseguir sus intereses (estos radicaban principalmente en los barrios del noroeste, norte y noreste de la población). Pues bien, con todos estos pertrechos se dispuso a tocar de nuevo su flauta y como decía al principio, un 26 de junio se le presentó de nuevo la oportunidad de cobrarse su recompensa derrotando, a priori, a aquellos que no quisieron pagársela, lo que se dio en denominar «sorpasso» como premio incentivado a lo que en su día no le quisieron pagar. La coincidencia con la cifra de ciento treinta niños en forma de diputados sólo vendrá dada si se produce el «sorpasso del sorpasso» arrebatando así la primera posición a quien también formó parte del encargo pero de manera tan sibilina que nunca se vio comprometido a pagar nada.

Con las espadas en alto y la música de flauta a punto de sonar se abre, a cuarenta y ocho horas vista, el desenlace de esta fábula con la esperanza de sea cual fuere el mismo, el pago de la recompensa, si procede, sea satisfactorio y no nos tengamos que ver abocados a ninguna siniestra cueva en la que se vean cercenados nuestros derechos y libertades.
Gaspar Albertos.

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